Autor Tema: Campaña "Las Memorias de los Ciclos"  (Leído 1519 veces)

Laia Redforest

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Campaña "Las Memorias de los Ciclos"
« en: Mayo 06, 2014, 05:40:22 pm »
¡Buenas! Hace ya un tiempo, empezamos una campaña para probar Pathfinder y nuestro querido master, Carlos, pensó que podríamos subirla a internet, para que quien quisiera pudiera leerla y que quedara constancia de nuestras aventuras. He empezado a escribir una serie de resúmenes de las partidas e iré subiéndolos poco a poco. La campaña aún no está acabada, ni mucho menos, así que todavía nos pueden pasar mil cosas que espero colgar aquí algún día. He dividido la campaña en capítulos, compuestos por cada una de las sesiones, pues creo que así es más cómodo. La historia, el mundo y todo lo demás ha sido inventado por nuestro master, por lo que no hay ningún tipo de spoiler de los módulos. Antes de empezar, me gustaría poner un pequeño resumen de nuestros personajes y su historia:

- Gwyon: humano bardo interpretado por Tyran (Sergio). De familia humilde, siempre tuvo que buscarse la vida de alguna manera. Su madre murió siendo él muy pequeño y su padre intentó hacerse cargo pero el dolor hizo que cayera en manos de la bebida, por lo que en cuanto Gwyon tuvo conciencia de sí mismo abandonó su hogar y fue a recorrer el mundo. Antes de caer en la desgracia, su padre le había enseñado a tocar la flauta, así que se valía de ella y de su voz para ganar dinero, además de robar y mentir si la ocasión lo requería. Se volvió adicto al juego y siempre se le puede encontrar en alguna taberna de mala muerte intentando timar a pobres incautos. El bardo tiene un sistema de valores muy definido y sólo se preocupa de tres personas: Gwyon, Gwyon y Gwyon, aunque a veces tiene que ayudar a las personas que le acompañan, ya que sino ¿quién va a recibir el daño por él? Es alto y apuesto, y se le reconoce principalmente por el característico sombrero de ala ancha que nunca se quita.

- Rharek: humano bárbaro interpretado por Dani. Rharek nació y creció en una aldea, entre las montañas del norte. Dedicó su juventud a cacerías y escaramuzas con otras tribus rivales y, a pesar de su edad, ascendió rápidamente entre los guerreros de la aldea. Siendo ya adulto, salió de cacería en busca de una buena presa con la que impresionar a su gente. Sin embargo, a su vuelta vio como, a lo lejos, un dragón atacaba su aldea. Cuando llegó, sólo quedaban cenizas. Arrodillado entre lo que quedaba de su pueblo juró que desde ese día daría muerte a todos los dragones que pudiera y en él se instaló un odio profundo hacia esas criaturas. Se marchó de las ruinas de su pueblo y se dedicó a lo que sabía, pelear, luchando como mercenario o juntándose con algún que otro grupo de aventureros, esperando el día en que pudiera vengarse. Rharek es fuerte, ágil, decidido e implacable y no necesita pensárselo mucho si tiene una buena pelea por delante.

- Finn Worthsmith: humano clérigo interpretado por Manwa (Alejandro). Nacido en el seno de una familia de comerciantes, vivía en una gran ciudad surgida alrededor de un templo dedicado a Gozreh. Siendo él joven, su familia se endeudó y tuvo muchos problemas, hasta tal punto que los acreedores prendieron fuego a la casa de su familia con ellos dentro. Poco antes, Finn había podido robar el dinero a esos mismos hombres y salvar a su familia, pero debido a su carácter amable y bondadoso no lo hizo. Sin embargo, desde el momento en que vio las llamas tragarse su hogar, decidió que nunca dudaría otra vez en coger lo que necesitase, siempre y cuando no resultara un mal mortal para su dueño. El joven, que se había salvado de pura casualidad, denunció a los hombres que habían matado a su familia y con ayuda del sumo sacerdote del templo, consiguió que los condenaran. Sin hogar ni sitio a donde ir, decidió convertirse en sacerdote de Gozreh y ahora, ya adulto, viaja por el mundo para encontrarse a sí mismo y ayudar a quien lo necesite.

- Einara Runeflame: semielfa hechicera interpretada por mí, Mire. De madre humana y padre semielfo, Einara es una mujer muy peculiar. Además de la sangre de esas dos razas, por su interior fluye el poder de los dragones rojos. Ella siempre había sentido una atracción por estos seres y su sangre de dragón resultó ser el motivo. Comenzó su viaje para buscar a su padre desaparecido y para de aumentar su poder mágico, aunque hace poco descubrió que el oro y la fama le eran muy agradables. Conoció a Gwyon en una de sus aventuras y desde entonces viajan juntos. Es muy hermosa, con el pelirrojo cabello largo e indomable que oculta sus puntiagudas orejas (siempre intenta hacerse pasar por humana, pues no le gusta que le hagan preguntas) y con unos ojos espectaculares. Su ojo derecho es de color naranja rojizo y el izquierdo es gris ceniza. Resulta muy perturbador mirarla y ella se aprovecha del efecto que causa.

Esto es todo de momento. Lo siguiente será el inicio de nuestra campaña. Saludos a todos y ¡espero que os guste!
« Última modificación: Enero 01, 1970, 01:00:00 am por Laia Redforest »
A quick death...like the one you gave me? No. You\'re gonna suffer as I did. Thanks to my arrow, you can\'t even run. Give my regards to hell, you son of a bitch.

Laia Redforest

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Campaña "Las Memorias de los Ciclos"
« Respuesta #1 en: Mayo 06, 2014, 05:49:16 pm »
CAPÍTULO 1

Primera Sesión:

- Tengo que llegar, debo hacerlo. Tengo que avisarles antes de que sea demasiado tarde - Pensó la elfa mientras corría a toda velocidad por el bosque.
Era de noche y la luna estaba en lo más alto bañando con su pálida luz todo el lugar. No se oía más que el silencio, cuando de pronto algo sacudió la tierra. Los árboles se agitaron furiosamente, e incluso alguno cayó al suelo. La elfa no perdió el equilibrio a pesar del temblor y siguió corriendo entre la vegetación, hasta que lo vio. Había un dragón tumbado encima de un árbol caído, cuyas heridas rezumaban sangre, tiñendo el suelo del bosque de un rojo brillante. Tenía un ojo entrecerrado y respiraba con dificultad. La elfa se estremeció ante tal imagen y cuando iba a continuar, se dio cuenta de que una pequeña cría se agarraba a su ala, emitiendo pequeños gritos de desesperación y miedo. La elfa siguió corriendo, saltó un riachuelo y se posó sobre unas rocas, donde miró al frente y pensó:
- Estoy muy cerca.
Giró sobre sus talones.
- Estoy tan cerca.
Echó de nuevo a correr y en la lejanía pudo ver una bruma oscura, armaduras que relucían a la débil luz de la luna, y los estandartes de aquel rey infame.
- Por Erastil, solo debo continuar, ¡estoy tan cerca! - Volvió a decir para sí misma.
A pesar de ello, se acercó con cuidado al enorme dragón, el cual la miró, con los ojos brillantes y cansados. La elfa comprendió. Por un momento se sintió ligada a la criatura y por alguna extraña razón supo lo que quería. Se agachó a recoger a la cría y al tocarla lo sintió. Durante un instante, cerró los ojos y, con un estremecimiento, se quedó paralizada, pero el ruido, otro temblor y la bruma que sentía por todo su cuerpo, la hicieron regresar. Recogió al pequeño ser, que temblaba y se refugió entre los brazos de la elfa, y salió corriendo sin mirar atrás. Maldijo en su lengua una y otra vez, mientras una solitaria lágrima rodaba por su mejilla. Maldijo toda esta depravación, toda esta destrucción innecesaria y juró por Erastil que esto no quedaría así.
Apenas tardó en llegar a su destino. La imponente ciudad de Erar´zhalan, construida con mármol y oro blanco, se alzaba en la oscura noche como una luz en la sombra. La luna hacía brillar los edificios como si la propia ciudad poseyera luz, de un modo hermoso y mágico.
La elfa siguió corriendo hacia las puertas de la ciudad y, al acercarse, se empezaron a abrir. Desde la muralla, la sacerdotisa Lairathe observaba los acontecimientos. Esbozó una sonrisa de alivio que se congeló en su rostro cuando una bruma oscura avanzó a toda velocidad por la explanada hacia la elfa, y tomó la forma de un hombre vestido con una túnica oscura, raída y podrida, que emergió a sus espaldas. Llevaba huesos y calaveras en una mano atados con cuerdas, tenía los ojos vendados, y su piel era gris, seca y arrugada, su boca negra y sus dientes afilados como los de un animal salvaje. Lairathe empezó a conjurar un hechizo, pero fue demasiado tarde. El extraño hombre sacó entre carcajadas una espada curva, fina y negra con adornos de bronce y degolló a la elfa antes de que esta pudiera reaccionar. La sangre salió a borbotones de su cuello, salpicando al pequeño dragón que emitió un pequeño chillido, y ambos cayeron al suelo.
Lairathe gritó:
- ¡Ashuma kael loth´ar! – Y de sus manos emergió una flecha de luz que salió disparada hacia el hombre.
Este, antes de recibir el impacto, se desvaneció y volvió a emerger al lado de la cría. La agarró y soltó una carcajada gutural, que resonó por el lugar. Mientras, los soldados del rey y las criaturas que los acompañaban habían avanzado, y ahora envolvieron al hombre, que quedó perdido entre la masa de gente. Se abalanzaron sobre las puertas a medio abrir e irrumpieron en la sagrada ciudad de Erar´zhalan.
Lairathe miró la escena envuelta en la más absoluta calma y, al final, en los lindes del bosque, pudo ver al hombre, con el aterrorizado dragón temblando entre sus manos. Cubierto por la sangre de la elfa, sus escamas verdes brillaban aún bajo la suave luz de la luna.
Y así, el hombre se sumergió en las tinieblas y nunca más se supo de él.

Esta es la introducción a nuestra primera partida de la campaña. El master la leyó como si nos la estuviera contando el propio Gwyon mientras viajábamos hacia nuestro destino: la ciudad de Wintercoast. Íbamos los cuatro en un carro lleno de barriles de pólvora, aburridos por el largo viaje, y por fin veíamos la ciudad. Era bastante grande, situada cerca de la costa y, por lo que sabíamos, era un centro de comercio muy importante en la zona. El gobernador de la ciudad, el duque Vulguer Arrinthon, tenía mala fama por sus leyes duras y despiadadas, pero no era de los peores sitios para vivir. Además, en la ciudad había una torre de hechicería bastante importante, dirigida por un tal Athius “el Sin Rostro”, que era también el consejero del duque. El mismo bardo nos había guiado hasta allí, pues había hecho un trato con dos “amigos” suyos para robar cierto objeto, y necesitaba gente competente.

Bajamos del maldito carro y nos dirigimos hacia las puertas. Las murallas eran muy altas y bastante imponentes, y al cruzarlas nos encontramos en la calle principal. A ambos lados había puestos de mercaderes y grandes tiendas con todo tipo de mercancías. La gente se amontonaba en los puestos, regateando con los vendedores y paseaba por toda la avenida principal. El bardo dijo que había quedado con sus contactos por la noche, así que decidimos buscar una taberna y luego explorar un poco la ciudad. Preguntamos por una posada y nos indicaron la dirección de “El caminante perdido”, que estaba un poco más allá de la plaza central. El clérigo dijo que quería visitar el templo, así que se separó del grupo, mientras los demás íbamos a buscar la posada.

Llegamos a la plaza central y nos quedamos bastante sorprendidos. Estaba aún más llena de gente que la calle principal y por todos lados había puestos y tarimas con espectáculos. A Einara le llamó la atención un espectáculo en el que los bailarines utilizaban pequeños trucos mágicos para sorprender a la gente, mientras una mujer proclamaba a voz en grito que vendía pociones que permitían a la gente usar la magia. Me dirigí hacia allí, con mis amigos detrás, cada vez más ofendida por el timo evidente y por la facilidad con la que la gente se lo creía. Mientras, sin que nos diéramos cuenta, un halfling nos había robado las bolsas, pero Gwyon consiguió pillarle en el último momento. Intentó intimidarle para que nos las devolviera, pero el ladrón echó a correr. Nos avisó y salimos todos tras él, muy mosqueados. Einara se sentía avergonzada de sí misma -“¿Cómo una gran hechicera como ella no se había dado cuenta de algo así?”- y empezó a pensar en lo que le haría al ladrón cuando le pillara. Pero Rharek llegó antes. Agarró al halfling y le levantó del suelo con fuerza, zarandeándole y gritando maldiciones. Cuando Gwyon y yo llegamos, estaba a punto de aplastarle el cráneo. El bardo intentó pararle, pero unos guardias le ahorraron el esfuerzo. Preguntaron por el alboroto y le contamos lo que había pasado, convenciéndoles de que registraran al ratero. Así lo hicieron y, por supuesto, encontraron nuestras bolsas. Nos pidieron disculpas tras devolvérnoslas y empezaron a llevarse al halfling, pero Gwyon les detuvo. Dijo que ese no era todo su dinero, que tenían que volver a registrar al ladrón. Rharek y yo miramos al bardo un tanto sorprendidos, pero increíblemente, su actuación fue perfecta y los guardias, que no dudaron ni un momento en hacer lo que decía, encontraron una nueva bolsa, aún más llena, y se la dieron. Por fin se fueron, y nosotros nos dirigimos a la posada entre risas, con nuestras bolsas intactas y la de Gwyon bastante más abultada. Yo no pude evitar fijarme en que el espectáculo de “magia” había desaparecido.

Mientras, en otro lado de la ciudad, Finn buscaba el templo. Tras un rato de preguntas y vagabundeos, consiguió encontrarle. Era un edificio de piedra gris, con vidrieras en el frente y una puerta doble gigantesca, además de varias estatuas en la entrada. Fue hacia él y cuando estaba cerca del edificio, las puertas se abrieron. Una muchedumbre de sedas y túnicas de colores salió del templo y se colocó a ambos lados del camino con un murmullo y, unos minutos después, cuando Finn ya estaba cerca de la gente, una figura alta y envuelta en una imponente capa de color rojo oscuro con cuchilladas moradas salió del edificio. La gente alrededor de la calle le miraba fijamente, mientras guardaba silencio con respeto. Además tenía dos guardias custodiándole, por lo que debía ser alguien importante, pero el clérigo no sabía quién era, así que siguió andando tranquilamente. Al acercarse, se dio cuenta de que en la cara llevaba puesta una máscara lisa, de color blanco, que solo dejaba entrever los ojos. El extraño se paró a hablar con Finn. Le preguntó a qué dios seguía, a lo que Finn contestó con solemnidad y, tras un poco de conversación trivial en la que el clérigo se enteró de que ese hombre era el archimago Athius, este se despidió con cortesía. Finn entró al templo, un poco sorprendido y pensativo por el encuentro, y al cabo de un rato fue a reunirse con nosotros.

Nos encontramos con él en la posada de “El caminante perdido”. Estaba bien cuidada y era bastante grande. El cartel de la entrada era increíblemente original, con un dibujo de un hombre con una vara caminando por un sendero. Entramos y vimos que tenía dos pisos y una enorme barra al fondo. En el centro de la estancia había una chimenea rodeada de sillas y mesas. Había pocas personas (tres semiorcos en una mesa y un hombre encapuchado en el piso de arriba), pero era muy acogedor y cálido. No estaba nada mal. Nos dirigimos a la barra y pedimos alojamiento y algo para comer. Mientras comíamos tranquilamente, el encapuchado del piso superior se acercó a nosotros, se sentó en nuestra mesa y empezó a hablarnos con nerviosismo. Nosotros nos sorprendimos y Gwyon le preguntó su nombre y los motivos que le traían a nuestra mesa. Descubrimos que era un elfo y parecía tener problemas serios en los que nosotros no queríamos inmiscuirnos. Le dijimos que se fuera y, cuando la conversación empezaba a elevar un poco el tono, la puerta de la posada se abrió. Athius entró junto con unos guardias, que se dirigieron directamente hacia el elfo. Le cogieron con fuerza y, entre gritos, se le llevaron a rastras. El archimago saludó a Finn, con lo que los demás nos quedamos bastante sorprendidos, y nos preguntó nuestros nombres. Se los dijimos, y Athius nos explicó que el elfo estaba arrestado por haber tratado de entrar en la torre sin permiso, haber lanzado conjuros arcanos sobre algunos guardias y haber violado las leyes de la propiedad establecidas por el Duque. Por el tono con el que lo dijo, Einara supo que al elfo no le esperaba otra cosa que la muerte. Tras decirnos que tuviéramos cuidado, el archimago se marchó y la posada se quedó en silencio.

Estuvimos un rato interrogando al clérigo sobre su encuentro con Athius y luego decidimos buscar alguna tienda para pertrecharnos antes de esa noche. El posadero nos dijo que si buscábamos objetos mágicos, el mejor sitio era la Tienda del viejo Tim II, así que allí fuimos. Por fuera parecía un edificio normal, pero al entrar nos quedamos boquiabiertos. En la penumbra pudimos ver una gran sala cuadrada, llena de estanterías con frascos de cosas extrañas, como líquidos, insectos, luces de colores, etc. El techo no se veía debido a un humo violeta que lo cubría, y al fondo del cuarto había unas mesas repletas de libros y aparatos alquímicos que emitían silbidos. Detrás de ellas había unas telas a modo de puerta de las que salió un hombre con túnica roja y verde, gafas, una larga barba grisácea y una expresión un tanto peculiar. Nada más vernos nos dio alegremente la bienvenida a su tienda. Hablamos un rato con él y nos dimos cuenta de que estaba un poco ido. Por algún motivo que aún no me queda muy claro, el bárbaro y él congeniaron perfectamente y se pusieron a contarse sus respectivas vidas, mientras Gwyon husmeaba por la tienda. Encontró una trampilla y, tras preguntar a Tim que había dentro y no obtener una respuesta clara, la abrió. De allí salieron dos cocatrices pegando chillidos que nos atacaron. El mago se asustó y lanzó una bola de fuego que casi nos quema vivos y cayó al suelo, quedándose desorientado. Nosotros luchamos contra los monstruos, y tras una pelea que se complicó un poco, conseguimos vencerlos. Tim se recuperó y nos pidió disculpas, regalándonos una bolsa de contención, que el clérigo no tardó en apropiarse. Empezamos a marcharnos, el bárbaro riéndose y el bardo discutiendo con Finn sobre la bolsa, cuando Tim me agarró del brazo. Le miré y sus ojos habían cambiado. Ya no parecía un viejo loco, sino alguien completamente lúcido y me dijo: “Recuerdo esos ojos…”. Al instante me soltó y su cara volvió a ser la de antes. Me sonrió y me despidió diciendo que volviéramos pronto. Einara salió de allí muy confundida, pensando en lo que había ocurrido, y me reuní con mis amigos.

Estuvimos paseando por la ciudad haciendo tiempo hasta la noche, y por fin llegó la hora de ir a “El Trasero del Orco”, el lugar de reunión con los amigos de Gwyon. El lugar tenía una pinta horrible, con las ventanas rotas y la madera podrida, y había un hombre en la entrada, del que aún tengo la duda de si estaba muerto o simplemente borracho, y entramos. Gwyon entró un momento y se reunió con sus contactos. Eran dos halflings que le dijeron que les siguiera, que tenían que hablar con él. Gwyon nos llamó y entramos. El sitio era realmente asqueroso. Estaba oscuro, con casi todas las mesas rotas y yo estuve a punto de darme la vuelta. Un hombre intentó impedirnos la entrada a una especie de sótano secreto que había al fondo de la posada, por lo que el clérigo se enfadó y quiso irse, pero al final convencimos a ambos y seguimos a los halfling. Nos condujeron a la parte inferior de la taberna, que nos sorprendió a todos, pues no tenía nada que ver con lo que habíamos visto hasta ahora. Era un lugar enorme y lleno de gente en el que parecía celebrarse una gran fiesta.

Fuimos a una especie de antigua celda en la que habían puesto una mesa y bancos, y tras sentarnos los halflings empezaron a hablar. Rápidamente se presentaron como Drol y Bol y extendieron un plano sobre la mesa. Según dijeron, justo hoy habían capturado a un compañero, un elfo al que supuestamente tenían encarcelado pero que ellos suponían muerto. Nosotros nos miramos sin decir nada, sintiéndonos algo culpables y seguimos escuchando. Por lo visto, el elfo se encargaba de recoger planos e investigar la torre para encontrar alguna entrada, y lo había conseguido. El plan, como por fin nos dijeron, era entrar en la torre y robar uno de los objetos más valiosos que allí había y del cual Athius, según ellos, no conocía su existencia. El motivo para ello era que hacía poco, un hombre al que conocieron en prisión les ofreció un trato: les daría 10000 monedas de oro si recuperaban ese objeto para él. Volvimos a mirarnos, esta vez con una sonrisa. Eso era mucho oro. Más atentos, seguimos escuchándoles mientras intentaban convencernos de que así daríamos una lección al Archimago, que experimentaba con personas, a las cuales si podíamos teníamos que liberar, y nos daban una descripción del objeto (una bola de cristal, nada especial al parecer). Tenían una idea de donde podían encontrarlo y, tras preguntarles directamente, pues no dejaban de divagar, nos dijeron que teníamos que colarnos por las alcantarillas, por un conducto que llegaba directamente al sótano de la torre. Una especie de desagüe. Todo el plan lo llevaríamos a cabo la noche siguiente, porque es cuando se celebraría una festividad local con motivo del final del verano. El duque haría una reunión privada a la que Athius tenía que asistir, así que sería el momento perfecto, ya que eran pocas las ocasiones en que abandonaba la torre. Nosotros estuvimos de acuerdo en que era buen plan, aunque a mí no me hacía mucha gracia andar por las alcantarillas y negociamos nuestras ganancias. Tras acordar nuestro oro y el momento de entrar a las alcantarillas (cuando se lanzaran los fuegos artificiales en la fiesta), nos fuimos de allí. Antes de subir la trampilla, el bárbaro tuvo la sensación de que alguien le vigilaba y se giró. Entre la multitud, que pareció apagarse hasta que creyó encontrarse a solas, vio a una elfa de pelo rubio claro que le observaba. Le llamaron la atención sus labios de un rojo intenso, que contrastaban con su tez pálida dándole un aspecto extraño pero muy bello. La elfa le observaba fijamente, sin moverse y el bárbaro pensó en acercarse, pero tras un parpadeo la mujer había desaparecido. Extrañado, la buscó por la sala con la mirada, y, al no encontrarla por ningún lado, se reunió con nosotros. Fuimos a la posada a descansar, y esa noche y el día siguiente no hicimos nada especial, salvo esperar a que el festival de invierno comenzara.
« Última modificación: Enero 01, 1970, 01:00:00 am por Laia Redforest »
A quick death...like the one you gave me? No. You\'re gonna suffer as I did. Thanks to my arrow, you can\'t even run. Give my regards to hell, you son of a bitch.

FosfoMan

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« Respuesta #2 en: Mayo 07, 2014, 10:05:41 am »
Hola, moví el tema a la sección de D&D, aprovechando que trata un tema dungeonero.

Si quieres, puedo borrar este mensaje (y la respuesta que pongas) para no "ensuciar" demasiado.

 :vikingo:
« Última modificación: Enero 01, 1970, 01:00:00 am por FosfoMan »

Laia Redforest

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« Respuesta #3 en: Mayo 07, 2014, 05:31:40 pm »
Vale, perfecto. Y no te preocupes, deja las respuestas si quieres. No me importa y siempre está bien si alguien te contesta en lo que estás escribiendo ^^
« Última modificación: Enero 01, 1970, 01:00:00 am por Laia Redforest »
A quick death...like the one you gave me? No. You\'re gonna suffer as I did. Thanks to my arrow, you can\'t even run. Give my regards to hell, you son of a bitch.