Autor Tema: La Muerte y el Invierno [DDI]  (Leído 101772 veces)

Falquian

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« Respuesta #480 en: Noviembre 29, 2008, 04:42:52 am »
Helado establo de una posada. Nashkel. Amanecer.

Mientras los compañeros del elfo trataban de despertarse del todo y decidir que hacer, el nimbo luminoso se retorció hasta adquirir la forma de una esfera brillante, que flotaba sobre el cuerpo del vidente. De aquella fantasmagórica esfera, que parecía emitir un frío innatural, comenzó a surgir un miembro retorcido, parecido a un miembro humano, rematado en una terrible zarpa de afiladas garras. La luz se filtraba a través de la manifestación mágica como si fuera cristal, pero la sensación de amenaza no era ni mucho menos tan frágil como ese material.

Apelando a los dones de sus dioses y a sus conocimientos arcanos, tanto Karajo como Pah Quall llegaron a la conclusión de que el elfo era blanco de algún tipo de maleficio. Algo o alguien utilizaba las capacidades como medium de su compañero para llegar a el y herirle físicamente. Había que encontrar un medio de detener lo que estaba pasando cuanto antes... pero ninguno de ellos tenía claro como actuar. A decir verdad, era la primera vez se enfrentaban a algo similar.
« Última modificación: Enero 01, 1970, 01:00:00 am por Falquian »
[size=84]Cobarde es el que no defiende
Lo que su corazón reclama
Y blandiendo su arma entiende
Que morirá por lo que ama
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Falquian

Jurgen Heindall

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« Respuesta #481 en: Enero 14, 2009, 12:47:07 pm »
Helado establo de una posada. Nashkel. Madrugada.

Nada en su experiencia previa le había preparado para algo como aquello, por lo que esperó un par de segundos a ver cómo reaccionaban sus compañeros, en especial su camarada Pah, al que suponía versado en artes naturales y mágicas.
Viendo que tanto su compañero semielfo como el recién incorporado semioro vacilaban en qué hacer, pasó a la acción, casi sin darse cuenta, motivado por la sensación de apremio que lo había despertado.

Agarró un cubo de madera, que era lo que tenía más a mano, y lo lanzó con fuerza contra la cara del durmiente, esperando que el impacto lo despertara y con ello la magia que bullía de él desapareciera.
Mientras lo lanzaba lanzó un poderoso y ronco grito de guerra, esperando que entre el impacto y el rugido fuera suficiente...
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Ahhh, las bellas tierras del norte. ¿Te he contado ya cómo es mi bonita ciudad?, ¿y las bellas chicas que en ella habitan?  :roll:
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Te juzgaré porque tal es mi derecho de Príncipe, de Sangre y de Poder, pequeña sanguijuela desagradecida.

Falquian

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« Respuesta #482 en: Enero 14, 2009, 03:48:26 pm »
Helado establo de una posada. Nashkel. Amanecer.

El pesado recipiente de madera chocó contra el rostro contorsionado de Eleomer con un sonoro golpe, que apenas fue audible debido al grito del explorador. El nimbo luminoso pareció deformarse en el aire al tiempo que resonaba un quejido iracuando que se apagaba poco a poco, hasta desvanecerse junto a la helada aparición.

Eleomer se giro sobre la paja vieja, soltando un quejido, parpadeando y abriendo los ojos con actitud completamente sorprendida. Desde el sulo, contempló a sus compañeros con la incomprensión pintada en el rostro. Alzó una mano para tocarse la nariz con gesto dolorido y contempló pasmado la sangre que manchaba sus dedo.

Antes de que nadie pudiera pronunciar palabra, la puerta que comunicaba con la posada se abrió con estrépito. La posadera entró de un salto enarbolando una ballesta cargada.

- ¿¿QUE DEMONIOS PASA AQUÍ??

Sin duda el grito de Earhum y los relinchos desquiciados de los caballos la habían alertado... junto a una buena parte de los vecinos.
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Falquian

Jurgen Heindall

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« Respuesta #483 en: Enero 17, 2009, 12:10:58 pm »
Helado establo de una posada. Nashkel. Madrugada.

Un escalofrío de alivio recorrió todo el cuerpo del explorador cuando vio la cara de sorpresa, vacía de influencias exteriores, de su compañero Eleomer.
La irrupción de la posadera cargada con una ballesta no debería haber sido tomada a risa pero la tensión había sido tan grande que verla allí, en la misma escena que su magullado y aturdido compañero produjeron en él una reacción que alguien que no lo conociera nunca hubiera esperado.

Ja ja ja ja ja ja... ¡¡¡JA JA JA JA JA JA JA!!!

Se dejó caer en el suelo, sentado, mientras sus armas tintineaban al lado de sus piernas y él no podía dejar de reir.
La tensión fluía de él con cada carcajada, la tensión acumulada durante toda la persecución de Oreja Cortada, la tensión acumulada de la desastrosa batalla del día precedente, la tensión acumulada del susto llevado nada más despertar.

Una parte de su cerebro le decía que además era probable que la posadera prefiriera pensar que allí sólo habían estado haciendo el tonto que no escuchar una historia sobre fantasmas y posesiones infernales, y que reirse sería una buena forma de hacer que no los tomara por gentes peligrosas que podían provocar la destrucción de su establecimiento.

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Falquian

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« Respuesta #484 en: Enero 21, 2009, 02:08:38 pm »
Helado establo de una posada. Nashkel. Amanecer.

La posadera contempló fijamente al explorador, que seguía desternillandose. Lanzó después un vistazo a sus sorprendidos compañeros, con un ceño fruncido que no presagiaba nada bueno, sin dejar de mantener bien firme la ballesta a la altura de su cadera.

Finalmente lanzó una ristra de maldiciones que hubiera escandalizado a un pirata del mar de las estrellas caídas y se marchó cerrando con un sonoro portazo.

Los aventureros intercambiaron una serie de intranquilas miradas, y luego devolvieron su atención al mago elfo, que seguía parpadeando aturdido en el suelo. Alguien le tendió un pañuelo para que se tapase la hemorragia y el vidente lo presiono contra su dolorido tabique nasal como buenamente pudo.

- ¿Puede alguien - preguntó con voz educada y trémula - explicarme que es lo que ha sucedido?
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« Respuesta #485 en: Enero 24, 2009, 04:31:47 pm »
Helado establo de una posada. Nashkel. Madrugada.

Entonces, ¿no recuerdas nada de lo que te ha ocurrido? ¿Quizás algún sueño extraño?

El explorador pasó a hacer un breve y sucinto relato de lo que había visto nada más despertarse y lo que lo había sacado de ese trance.

De todos modos, creo que Pah podría tener alguna teoría mejor, al fin y al cabo, está más acostumbrado a tratar con fuerzas mágicas.
O quizá nuestro nuevo compañero semiorco cuente con habilidades y conocimientos que sean de utilidad
, dijo mirándolos alternativamente, todavía sentado en el suelo.
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Calzaputas

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« Respuesta #486 en: Febrero 02, 2009, 10:00:42 pm »
El despertar de un nuevo día en la posada

- Sinceramente, creo que deberías ser tú quien de una explicación a lo que ha sucedido - Pregunto enarbolando su hacha - Que alguien tenga la mala costumbre de despertarme con un helor que se me agarra a los huevos no me parece lo más propicio para iniciar una relación aunque sera meramente comercial -

Hizo una pausa mientras se acercaba lentamente al elfo - Estas poseido, controlado, maldito o subyugado de alguna manera y no estaría mal que expusieras como ha podido pasar antes de que utilice otros metodos más rudos para conseguir la información que quiero, bastantes problemas tengo ya con los humanos como para que un orejas picudas venga a tocar los cojones, me he explicado bien -
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Falquian

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Helado establo de una posada. Nashkel. Hora del desayuno.
« Respuesta #487 en: Febrero 28, 2009, 12:14:37 am »
Helado establo de una posada. Nashkel. Hora del desayuno.

Eleomer se mesó sus cabellos pajizos, frotándose todavía el lugar donde Earhum le había golpeado con el cubo. A pesar de la noche de descanso, deba la sensación de estar profundamente agotado. A pesar de su piel broncínea se le veía demacrado y ojeroso, y sus ojos enrojecidos delataban que su situación actual se habia prolongado durante días, a pesar de que nadie se hubiera percatado de ello.

A fin de cuentas, habían conocido al elfo y a su compañero el sacerdote en mitad de una tremenda tormenta de nieve. Y desde ese momento los acontecimientos parecían haberse sucedido de manera precipitada, sin que en realidad hubieran llegado a conocerse demasiado.

El vidente intercambió una larga mirada con el otro mago, el elfo que parecía compartir con el algún tipo de parentesco y que se había presentado en el momento mas propicio presentándose como Ecthelion. Después de un instante, el recien llegado asintió y Eleomer lanzó un largo suspiro.

- Es algo largo y difícil de explicar... - musitó el elfo solar, con sus ojos ambarinos clavados en el suelo - sobretodo porque implica una gran vergüenza para mi.

Alzó los ojos y contempló a sus compañeros con gesto triste y resignado, mientras acariciaba de manera distraida el pequeño roedor que le acompañaba a todas partes, surgiendo como por ensalmo de los pliegues o mangas de su túnica.

- Soy de Ethernion. Allí estudié magia y en los inicios de mi aprendizaje demostré tener un don poco común. Podía... soñar con sucesos que luego se hacían realidad. A veces tenía visiones estando despierto. Normalmente, se trata de cosas terribles, bastante desagradables. Pero siempre valiosas, ya que de una manera u otra me anticipaban de manera velada lo que iba a acontecer. Por contra, no poseía, ni poseo aún, ningún control sobre ello... por mucho que mi maestro intentó que así fuera. - Se hizo una pausa, durante la cual intercambió otra mirada con su compañero. - Nuestro Maestro. También enseñó a Ecthelion.

El aludido hizo un leve asentimiento, con semblante grave, al tiempo que se limitaba a mostrar un medallón similar al que colgaba del cuello de Eleomer.

- Mi frustración - continuó el elfo solar - por no controlar mi don, y por desconocer por completo su origen fueron creciendo. Empecé a investigar en fuentes... poco recomendables. Mi maestro no tardo en... averiguar y... censurar mis investigaciones. Pero no podía detenerme. Tenía que saber. Necesitaba controlar esa extraña fuerza que me torturaba en sueños. Así que finalmente marché de mi tierra... a Amn. Donde según se decía, todo podía comprarse y venderse. Allí fue donde conocí al buen Sarven. El inocente y piadoso Sarven que probablemente ahora este muerto por mi culpa...

Los ojos del elfo se tornaron vidriosos y se tapó el rostro con las manos. Evidentemente, dar continuidad a su relato le resultaba prácticamente agónico.
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Falquian