Maldiciendo para sus adentros, Earhum alz? la mirada, seguro de que el orco al que se aproximaba sigilosamente le habria detectado. Sin embargo, el zumbido de una flecha seguida de un gemido y un sonoro chapoteo le indicaron que Pah habia cumplido con su parte del plan. Decidi? entonces centrarse en el orco que guiaba al enano y al picaro, seguro de que la muerte de su compa?ero no le habria pasado inadvertida. Enfund? sus armas y ech? mano de su estimado arco de tejo, que le recompens? con un familiar crujido cuando puso la flecha en posici?n y tens? la cuerda.
No era un tiro facil a causa de la vejetaci?n y de la proximidad de Othar al goblinoide. Pero no era imposible.
Con un silvido, la flecha vol? por el aire. Por desgraciael orco ya se estaba volviendo y desenfundando su arma. La mala suerte hizo que el proyectil lanzado por el explorador rebotase contra la hoja de la criatura, en vez de clavarse profundamente en su cabeza. Por segunda ver, Earhum volvio a maldecir su escasa fortuna.
Sin embargo, el disparo fue lo suficientemente certero como para desconcertar al goblinoide, que sin duda habria destripado a Othar alli mismo si no hubiera sido por la intervenci?n de Earhum. Un instante de duda fue todo lo que necesit? el pi?caro para hacerse a un lado y hurtar el cuerpo del brutal tajo de aquel mort?fero alfanje.
Al tiempo que esquivaba el golpe, Othar lleg? a la conclusi?n de que no era demasiado juicioso prender fuego a aquel tipo maloliente teniendolo tan cerca. Aprobechando que el orco estaba desequilibrado, ech? mano de su daga y con un golpe experto, se la hundio en la axila hasta la empu?adura (-6 pv).
El orco gru?? de dolor y alz? la espada por encima de su cabeza, dispuesto a decapitar al humano que habia osado herirle. Esta vez no fallaria...
De nuevo, la punteria de los arqueros que les cubrian benefici? a Akaradrim y a Othar. Otra flecha surgi? de la oscuridad para clavarse en la pantorrilla del orco (-4 pv), que se tambale? con otro gru?ido sin llegar a descargar el golpe. En su refugio entre loa raboles, Pah sonri? agradeciendo a la Diosa su buena punteria.
Viendo el cariz que tomaba la situaci?n, Akaradrim decidi? no andarse con chiquitas. Empu?? su hacha con firmeza y, sin molestarse con demasiadas florituras, la incrust? con un desagradable crujido en las tripas del orco (-14 pv, menuda hostia).
La criatura abri? los ojos como platos y se desplom? hacia atr?s con un gorgoteo.
Por desgracia para Earhum, no tuvo tiempo de celebrar el potente golpe del paladin. El agua pareci? estallar a su alrededor y unas pesadas y malolientes manos aferraron su cuello intentando estrangularlo. Intentando defenderse desesperadamente en la oscuridad, el explorador norte?o alcanz? a distinguir la brutal cara de un orco embadurnada de fango y empapada de agua, en la que destacaba una gran boca erizada de amarillentos colmillos de la que manaba un fino hilo de sangre.