Bosque de Nashkell. Interior de las ruínas éficas del pantano. Noche.
Earhum, explorador de la Marca Argéntea con ganas de matar a alguien...
Sus ojos no estaban preparados para la visión que llenó su retina cuando el bulto siguió rodando hasta detenerse a apenas un palmo de sus pies.
Ni siquiera sus aventuras pasadas, ni la terrible noche en ese pantano, podía evitar que sintiera un sudor frío naciendo en su nuca al ver la cabeza del humano que había insistido en que tenía que ser esa misma noche cuando vinieran a las ruínas para así salvar a su pueblo.
Othar... ese era su nombre. Sintió remordimientos durante un segundo, pues él tenía razones propias para venir al pantano: capturar al bastardo hijo de orca de Oreja Cortada, ese maldito orco, demasiado listo para su raza, que tando daño le había causado. La mirada de pena y las palabras de la hermana de Othar también habían ayudado, tenía que reconocerlo.
Sin embargo, no era momento de lloros si no de acción y decisiones. No había sobrevivido hasta ahora poniéndose introspectivo en situaciones de tensión. Si no calculaba mal, la magia de su amigo Pah se agotaría en breve, dejando la arcada libre para que los pequeños bichos peludos les royeran los huesos merced a su superioridad. Tenían que entrar en las ruínas y confiar en que no se atreverían a seguirlos. Claro que allí era donde estaba el ser que había decapitado a su guía... Dudas, dudas, dudas...
Con sus dos armas preparadas, en posición de combate, comenzó a avanzar hacia los ruídos, intentando escuchar o ver algo que le pudieran avisar de un ataque traicionero. Las moribundas llamas quedaron a su espalda mientras se alejaba y susurraba a sus compañeros: Seguidme, quedarnos ahí significa la muerte; si avanzamos quizá tengamos una oportunidad.
-------------------------------------------------------------------------------------
Ahhh, las bellas tierras del norte. ¿Te he contado ya cómo es mi bonita ciudad?, ¿y las bellas chicas que en ella habitan? :roll: