INTERLUDIO
Frontera de Amn, pasos monta?osos en algun punto entre Minanegra y Nashkell 17:00 "No se quien esta mas cansado, yo, o la pobre mula" pens? con tristeza Sarven, mientras se esforzaba por dar otro paso mas. Nada estaba saliendo bien. De hecho, desde que conoci? a su compa?ero elfo, nada hab?a salido bien.
Aunque desde luego, no seria muy justo echarle toda a culpa al vidente.
Apretando los dientes a causa de la ventisca, el sacerdote tir? de nuevo con fuerza de las riendas de la mula. El elfo avanzaba por delante de el con pasos flexibles y el?sticos, que apenas parec?an hundirse en la nieve. Sin poder evitarlo, Sarven experiment? cierta satisfacci?n al comprobar que su compa?ero al menos pasaba tanto fr?o como el. Despu?s hizo una mueca y se amonest? as? mismo por tener semejantes pensamientos.
No hab?a sido muy buena idea cruzar el paso con ese clima, pero la visi?n de Eleomer hab?a sido clara. Deb?an alcanzar Nashkell cuanto antes, y la situaci?n actual les hab?a hecho temer que no alcanzar?an su destino a tiempo.
A tiempo... el tiempo parec?a correr siempre en su contra desde que el vidente y el se hab?an conocido por casualidad en un puesto de pergaminos, en el bullicioso paseo de Waukeen en Azhkatla. Result? que ambos buscaban una edici?n similar de las Profec?as Finales de Alaundo. "Es el destino" dijo sonriendo el elfo. Acabaron tomando una copa de vino juntos, y descubrieron que ambos anhelaban de igual manera visitar la legendaria biblioteca de Candelero, la mas famosa de todo Faerum.
"Solo exist?a un peque?o inconveniente". Penso Sarven con tristeza. Para poder entrar en la joya del conocimiento de la Costa de la Espada y tener derecho a examinar sus valiosos libros, era necesario donar a los sacerdotes que guardaban el lugar un manuscrito valorado en nada menos que mil piezas de oro... Una cifra que ninguno de los dos podr?a reunir. Acabaron despidi?ndose con cortes?a y cada uno march? por su lado para seguir con sus asuntos.
Un par de d?as despu?s Sarven estaba discutiendo con un tendero el precio de un caballo cuando vio pasar a un atribulado Eleomer, seguido de cerca por cuatro tipos de aspecto poco recomendable. Dejando al tendero con la palabra en la boca, el preocupado sacerdote sigui? a los cuatro matones hasta la boca de un callej?n en el que el elfo hab?a decidido plantarles cara. La pelea fue dura y breve, y la maza de Sarven tuvo que abollar un par de cabezas, pero tanto el como Eleomer escaparon a toda prisa sin un rasgu?o.
Mas tarde, mientras tomaban otra copa en la misma posada en la que hab?an charlado d?as antes, el vidente le confes? el motivo del acoso que hab?a sufrido. Desesperado por la imposibilidad de conseguir un volumen lo suficientemente valioso para cumplir su sue?o, el vidente hab?a comenzado a indagar la posibilidad de encontrar alg?n escrito de ese tipo por medio de sus poderes. Por desgracia (admiti? el elfo dorado con una mueca) sus poderes no hab?an sido lo suficientemente poderosos. Pero no se rindi? y sigui? buscando.
As? fue como oy? hablar del oreth, una potente droga tra?da (seg?n dec?an) desde las lejanas tierras de Chult, que los sacerdotes de un antiqu?simo dios de la jungla utilizaban para potenciar sus poderes de visi?n. Eleomer decidi? arriesgarse e intento comprar la sustancia, para lo cual se adentr? en los negros bajos fondos de la ciudad. Gast? una fortuna en comprar una dosis lo suficientemente potente, y aquellos desgraciados hab?an intentado arrebatarle el preciado l?quido algo mas tarde. El vidente consigui? darles esquinazo para toparse con ellos de nuevo mas tarde... y el resto Sarven ya lo sabia.
Sarven, que siempre se hab?a considerado un tipo escrupuloso y respetuoso de la ley, no pudo por menos que sorprenderse por lo relatado por alguien a quien el hab?a catalogado como un serio y eficiente erudito... Su sorpresa fue mayor cuando el elfo le pidi? que le ayudara con los preparativos de su conjuro. Ante los evidentes reparos del sacerdote, Eleomer le prometi? compartir con el cualquier informaci?n que consiguiera por medio de su magia. Finalmente el cl?rigo accedi?, decidido a no perder esta oportunidad que le ofrec?a el destino... y a evitar que el elfo fuera demasiado lejos en su ansia de conocimiento.
Los preparativos fueron sencillos. Apartaron todos los muebles de la habitaci?n y el elfo se acuclill? en el centro. A continuaci?n, ingiri? la preciada droga y Sarven le bendijo con el poder de su dios, para evitar que nada maligno ti?era o distorsionara las visiones. Despu?s Eleomer ley? el pergamino m?gico que juntos hab?an comprado a costa de pr?cticamente todo el dinero que les quedaba. El efecto fue casi inmediato.
El pobre sacerdote casi se muere del susto cuando todas las vela de la sala se apagaron. Los ojos del elfo comenzaron a brillar con una luz blanquecina y comenz? a murmurar en un tono gutural e incomprensible. El sacerdote de Latander ya estaba empezando a temerse lo peor cuando Eleomer pronunci? una ultima frase con voz ronca y se desplom? sin sentido.
Tard? todo un d?a en recurperarse. Sarven no tuvo tiempo de aburrirse o preocuparse, pues los perseguidores del elfo volvieron a dar la cara, y se vio obligado huir llevando a cuestas al indefenso vidente. Cuando la noche call? de nuevo estaban en un granero a las afueras de Azhkatla, y el sacerdote empezaba a preguntarse como demonios se le hab?a ocurrido mezclarse en todo ese l?o.
A media noche, Eleomer abri? los ojos, tranquilo y despejado, como si hubiera tenido un placido sue?o. Se sent? frente al sacerdote y le cont? lo que hab?a so?ado. La visi?n era cr?ptica. En su sue?o aparec?a una perla de color gris, abandonada sobre un lecho de nieve. Junto a la perla pasaba llevado por el viento y velo blanco, similar al utilizado por las damas nobles. El velo era arrastrado por el viento hasta las puertas de un gran castillo, con sus torres en llamas. Sobre el castillo se alzaba la luna llena en todo su esplendor. Las puertas se abr?an para dejar entrar la delicada prenda, y tras ella cruzaban a su vez Eleomer y Sarven. Despu?s la visi?n pareci? distorsionarse y oscurecerse... a pesar del conjuro lanzado por el sacerdote, algo o alguien pareci? interferir con el hechizo lanzado por el elfo dorado. ?El ultimo recuerdo que guardo? susurr? Eleomer ?fueron dos enormes ojos rojos abri?ndose, y el ronco gru?ido de una bestia sonando en mitad de una noche de tormenta?.
Preocupados, discutieron juntos sobre el significado de la visi?n. La fortaleza no pod?a ser otra que Candelero, cuyo emblema era precisamente ese, una fortaleza con sus torres ardiendo, y la visi?n parec?a indicarles una forma de entrar... con la siguiente luna llena. Ten?an apenas decana y media para alcanzar la fortaleza-monasterio. Otra se?al f?cil de interpretar fue la perla. Sarven recordaba perfectamente la Perla Gris. Era una agradable posada donde hab?a tomado una estupenda cena en su viaje hacia el sur.
No les quedaba sino ponerse en camino. El tiempo apremiaba. El temor a encontrarse con los insistentes perseguidores del vidente les vedaba la posibilidad de utilizar el famoso puerto de Azhkatla para emprender el viaje. Deber?an hacerlo a pie, y en la peor ?poca. Pero a esas alturas ninguno de los dos estaba dispuesto a echarse atr?s y en apenas un par de d?as alcanzaron las torres gemelas. Despu?s, el peque?o pueblo de Minanegra, y mas tarde, aquella brutal pendiente y el infierno helado en el que se encontraban ahora. Durante todo ese tiempo, el sacerdote no dej? de mirar atr?s, como si presintiera que les segu?an la pista... o como si temiera que la bestia que todas las noches visitaba en sue?os a Eleomer fuera a caer sobre ellos en una noche como la que se acercaba. Una noche de tormenta.
Eleomer el Adivinador: "Esto no puede ser tan malo, no tan malo, piensa en lo positivo que puede ser esto". Musitaba buscando un consuelo para la situacion que pasaba. "Bueno, ahora tenemos una se?al de como conseguir entrar a Candelero, es un buen punto, si... Tambien es muy poco probable que aquellos rufianes nos sigan hasta aqui con este clima, de hecho, hay que estar muy desesperado para viajar con este clima. hmmm... como nosotros... auch!!!."
Al decir estas ultimas palabras sintio un leve rasgu?o que provenia desde el interior de sus ropas.
"Si, ya lo se. No es un buen momento para hacerme recordar a mi maestro. Si hasta siento sus palabras diciendome - Te lo dije, la vida alla afuera es muy dura y no puedes confiar en nadie que no sea de nuestro linaje. - En nadie, bueno, en esto se equivoco. Aun hay gente en la cual se puede confiar".
Mira hacia atras, esvozando una peque?a sonrisa a aquel hombre quien le habia ayudado en aquel momento y que, ahora, compartian el mismo viaje.
"En vez de quejarte tanto, mejor ayudame a decifrar aquel sue?o que tuve. hmmm... Veamos, ya tenenos claro el asunto de la fortaleza, las torres en llamas, la luna llena y la perla gris; pero hay un par de asuntos que todavia no me quedan en todo claro."
"Primero, el velo: He oido hablar de pergaminos que tienen tales escritos que sus palabras se sienten tan suaves al oido como un velo de seda acariciando las mejillas de un peque?o bebe, hechizos que apaciguan a la mas testaruda bestia. O sera que sea en realidad el velo de una dama que nos da la entrada a la fortaleza de candelero. ?Existira alguien asi que pueda permitirnos entrar? Bueno, creo que la respuesta la tendremos cuando lleguemos a la Perla Gris."
"Segundo, aquellos ojos rojos y el gru?ido de una bestia... sonando en mitad de la noche... en una noche de tormenta... glup..."
Luego de estas ultimas conclusiones da una mirada al no grato ambiente que le rodea y le parecio sentir a la lejania aquel rugido que bien lo escuchaba en sus sue?os. Acto seguido, se da vuelta y alza la voz tratandose de hacer oir a Sarven:
Mi bien distinguido sacerdote, ?cuanto cree que nos falte para el proximo refugio?
Sarven el Fuerte: Las ?ltimas semanas estaban resultando muy duras para Sarven. Su oronda figura se bamboleaba con paso lento e inseguro por el embravecido mar blanco como un viejo alce herido. Poco acostumbrado a caminar grandes distancias, a duras penas consegu?a mantener el ritmo que imprim?a su compa?ero Eleomer, mucho m?s gr?cil y liviano que el sacerdote humano. Durante estos ?ltimos d?as la nieve no hab?a parado de introduc?rsele en los zapatos - nada aptos para la traves?a en semejantes condiciones clim?ticas - caus?ndole peque?as heridas y rozaduras que le obligaban a apretar con fuerza los dientes a cada paso que daba. No fue hasta el tercer d?a cuando record? las polainas que ten?a en el petate junto a otra ropa de abrigo. La prenda le ayud? en parte a mitigar el dolor, sin embargo no era esa la ?nica preocupaci?n que rondaba la cabeza del devoto.
Tantas horas de marcha con la ?nica compa??a del extra?o elfo dorado permit?an a Sarven abstraerse y pensar en los acontecimientos en los que se hab?a visto inmerso. Eleomer parec?a un buen compa?ero. Hasta el momento no se hab?a mostrado excesivamente hablador, pero tampoco era una tumba. Colaboraba con educaci?n en todas las tareas, siempre en la medida de sus posibilidades. Parec?a sumamente inteligente y perspicaz, y a pesar de no haber mantenido ninguna larga conversaci?n, Sarven sab?a que el elfo era una persona culta y muy versada. Sin embargo se autoproclamaba a s? mismo como adivinador y vidente. Sarven hab?a presenciado el momento en que Eleomer ingiri? el oreth, y lo que se desarroll? despu?s lo hab?a asustado. Tirando de las riendas que obligaban a la terca mula a seguir sus pasos y mirando las estrechas espaldas del elfo, se pregunt? que clase de dioses acompa?ar?an al adivino.
Aquella cr?ptica historia sobre perlas, velos y torres llameantes no hab?a contribu?do en nada a tranquilizar al cl?rigo. Cuando recorDaba la inquietante parte de los brillantes ojos en la oscuridad no pod?a evitar sentir un escalofr?o, y no era producido precisamente por el fr?o. Sin embargo, los delirios del elfo saliendo de su dulce sue?o del oreth eran la ?nica pista con la que contaban. Mirando hacia atr?s, Sarven rog? a Lazhander que la perla visionada por Eleomer se tratase de una misteriosa representaci?n del establecimiento de Nashkell llamado La Perla Gr?s. Y que las torres en llamas fuesen Candelero. Si no, todo aquello ten?a poco sentido.
Luego estaban los tipos que hab?an perseguido al vidente. Simples brutos, matones a sueldo. Dos o tres no eran rival para alguien como Sarven el Fuerte, cl?rigo del LorD de la Ma?ana. Y el adivino hab?a demostrado mucha valent?a. Pero vendr?an m?s. La situaci?n en la ciudad no era buena, hab?a que salir de ah? como fuese. Volvi? la vista hacia el oeste al pensar que no hab?an podido iniciar su viaje hacia Candelero en uno de los barcos mercantes de Azhkatla en vez de caminar hasta el monasterio por millas y millas de nieve, todo por culpa de aquellos insidiosos maporreros. Sin embargo, recapacit?, dudaba que alg?n barco hubiese podido hacerse a la mar con este temporal.
Pese a todo, Sarven sab?a que el crujido de las hojas de las Profec?as Finales de Alaundo en sus manos, y su olor a siglos y humedad del tomo, compensar?an todos los esfuerzos...
La voz de Eleomer, alz?ndose sobre el aullido del viento, sac? a Sarven de sus cavilaciones.
-..., ?cu?nto cree que nos falte para el proximo refugio?
-Amigo m?o,-se esforz? en gritar - por el bien de mis pies y por el bien de la mula, espero que encontremos alg?n sitio para cubrirnos antes de la noche. Si te sientes con fuerza podr?amos acelerar el paso. Yo fuerzas no tengo, pero me temo que a la mula no le har? gracia cargar con mi peso y a t? menos. Continuemos, la cerveza caliente y el cordero asado nos esperan en La Perla Gr?s.
Eleomer el Adivinador: Mientras oia las palabras del Clerigo, detuvo su andar, esperando el paso de su compa?ero y asi poder escucharlo de mejor forma.
El solo imaginar el olor en ese instante le parecio aun mas agradable que el olora a primavera que se siente en los lindes del bosque olvidado. pero aun esos pensamiento no lograban calentar su piel, ni tampoco quitarle el temor que ya desde hace un rato tenia en su mente.
Mi buen se?or, gracias por sus palabras de animo, pero temo que ya pronto nos caera la noche, y si no llegamos luego al primer refugio, hmm, me incomodaria mucho tener que hacernos de un refugio en estas condiciones, y si digo en estas condiciones, me estoy refiriendo, a una "noche fria" y "tormentosa" donde apenas se van a poder distinguir unos "ojos rojos".
No es que este insinuando, mi sacerdote que parte del sue?o tenga que cumplirse aqui, de hecho, esa parte fue solo al ultimo, cuando estaba por despertar, pero hay que tener en cuenta que en los sue?os y las visiones, el tiempo no transcurre como en la realidad, y hasta puede verse alterado. Asi que por favor, animemonos y hagamos un esfuerzo por apurar el paso. Se que esta noble bestia, si me entendiera, me daria la razon y asi como ha estado ayudandonos hasta ahora, podria dar un esfuerzo adicional por el bien de todos.
Al terminar de hablar sintio que el aliento se le iva, pero este no era el momento de darse por vencido, penso para si. Apreto su abrigo a su cuerpo mientras erguia su cuerpo, dando un aspecto desafiante ante la inclemencia del tiempo.
"no me venceras, no me venceras". musitaba.
SarvenLa sola menci?n de la mirada de la bestia en la oscuridad provoc? en Sarven una intensa sudoraci?n a pesar de que la temperatura era extremadamente baja. Tragando saliva, cogi? con renovadas fuerzas las riendas de la mula y tir? de ella, avanzando con paso firme sobre la nieve. Sin musitar palabra, avanz? ante la mirada de aprobaci?n de Eleomer. Tras avanzar unos metros y adelantar al elfo, Sarven se detuvo de nuevo.
-Si nos sorprenden aqu? - dijo con voz queda volvi?ndose hacia el adivino y mir?ndole con ojos como platos - podemos darnos por muertos.
Ambos siguieron la marcha absortos en sus cavilaciones y preocup?ndose por no caer exhaustos.
Eleomer Muy bien mi estimado sacerdote, dicho y hecho.
A la vez que tomaba nuevos brios y despues de una pausa volvio a preguntar.
Entonces, volviendo a mi primera pregunta mi buen caballero, ?cuanto nos queda para llegar al primer refugio y si es posible que me dijera por donde es?
Sarven Sarven se qued? at?nito escuchando las palabras del adivinador. Hasta ese momento, hab?a cre?do que Eleomer, con una vista mucho mas desarrollada que la del sacerdote, ten?a bien definido el rumbo que ambos estaban siguiendo.
Le vino a la cabeza la imagen de su cadaver semi-enterrado en la nieve, con las extremidades amoratadas por la congelaci?n y los ojos mirando perpetuamente el dia, la noche, y a Selune y sus l?grimas.
Sarven se esforz? en mirar en la lejan?a, con la esperanza de encontrar alguna referencia para poder calcular cuanto quedaba de camino. Tambale?ndose en la nieve, ascendi? a las lomas altas donde el viento soplaba con mas fuerza, con el objetivo de obtener un mayor per?metro de visi?n. Intent? recordar la ubicaci?n de N?shkel y su distancia de los Picos de las Nubes. Anta?o hab?a viajado hacia el sur desde Aguas Profundas, y pese a que no estaba familiarizado con la zona y la ventisca cambiaba por completo el paraje, ten?a la esperanza de reconocer el trecho que estaban recorriendo.
Eleomer el Adivinador: Eleomer se quedo junto a la mula observando los movimientos de Sarven y, mientras esperaba una respuesta musitaba:
"No te preocupes, pronto estaremos en el refugio, de hecho, pienso que no deve estar muy lejos. Como ya ni te atrevez a asomarte te comento que nuestro compa?ero ya parece estar divizando un buen refugio."
"y tu noble animal" - dirigiendose a la mula - "No se que mas odias, si el frio o el cansancio, pero por ahora puedes descansar mientras tu amo busca el camino hacia un refugio."
Frontera de Amn, pasos monta?osos en algun punto entre Minanegra y Nashkell 17:10 - 17:20 Sarven subi? trabajosamente la pendiente, con la esperanza de encontrar un punto de referencia que le permitiera averiguar donde estaban mas o menos... Con un poco de suerte, quiz?s pudiera vislumbrar alguno de los refugios. Por lo menos, era dif?cil perderse, pues el camino ascend?a por las quebradas naturales del paso monta?oso, siguiendo las torrenteras que se formaban entre las dos enormes monta?as que enmarcaban la parte mas alta de la ruta.
Con un par de resbalones que le dieron un par de buenos sustos (despu?s de todo la pendiente era muy inclinada), el orondo sacerdote subi? lo suficiente como para detenerse a echar un vistazo a su alrededor. Con el borde de la capa limpi? de escarcha y nieve el visor de su casco e intent? penetrar con sus ojos la ventisca. Aqu? o all? ve?a un ?rbol o una roca que le sonaban... pero no pod?a estar del todo seguro. Se devan? los sesos intentando aferrarse a algo y finalmente un breve recuerdo vino a su memoria.
Al cruzar el paso del otro lado, record? una peque?a hondonada, cerca de la coronaci?n de la cima. All?, protegida del viento, hab?a visto una peque?a caba?a insignificante que se le hab?a antojado medio en ruinas... Aquel deb?a de ser uno de los refugios de los que hab?a hablado aquel comerciante al que le hab?an comprado sus ropas de abrigo. Por desgracia, deb?an de quedar al menos dos horas de camino, a buen paso, y el cl?rigo dudaba que les quedase tanta luz.
De repente, sus ojos captaron otra cosa. En lo alto de la pendiente que hab?a frente a el, al otro lado del camino, crey? distinguir un movimiento entre los arboles. Algo grande y de silueta oscura parec?a haber asomado entre la ventisca... para luego desaparecer. Sarven sinti? que algo se encog?a en su interior. ?Se lo habr?a imaginado? Mas val?a que si...
Sarven El primer impulso del cl?rigo fue gritar para que su compa?ero Eleomer se apartase del camino despejado y tomase algo de cobertura. Por suerte para ellos dos, el fr?o y el susto hab?an paralizado la boca del hombret?n y fue incap?z de emitir ning?n sonido.
Mirando con nerviosismo en todas direcciones, pens? fugazmente que alzar la voz para advertir al adivino pod?a atraer a mas invitados no deseados, as? que, con su torpeza caracter?stica, Sarven corri? ladera abajo hasta que, cuando apenas le quedaba aliento, cay? rodando sobre la blanda nieve. Ligeramente aturdido, volvi? a lanzarse a la carrera hasta llegar a la altura del vidente y la mula, respirando pesadamente y exhalando gran cantidad de vapor por la boca.
Resoplando, y mirando con los ojos desorbitados al otro lado del camino, inquiri? con voz temblorosa:
-?Eleomer, Eleomer! ?Has visto eso ah? arriba? He notado alg?n movimiento en los ?rboles de lo alto, temo que, sea lo que sea, baje hasta aqu?. Si nos damos prisa podr?amos alcanzar una caba?a que calculo est? a unas dos horas de marcha, pero si nos lanzamos a buscar el refugio... podr?an sorprender nuestras espaldas...
Esperando la reacci?n del elfo, Sarven ote? de nuevo en la direcci?n en que hab?a visto el fugaz movimiento. Al mismo tiempo, puso su mano enguantada en la maza que portaba al cinto, y su respiraci?n se hizo mas pausada y tranquila.
Eleomer el Adivinador: A pesar de lo gracioso que fue observar el aparatoso descenso de su compa?ero de viaje (a tal punto de esbosar una risita que prontamente la cay? para asi no ofender a Sarven), las palabras que pronuncio dieron un vuelco serio a su faz.
Pronuncio unas palabras en Draconiano antiguo a la vez que movia la palma de su mano por sobre su pecho sin tocarlo, al instante parecio que hasta la misma nieve tuviera miedo de tocar el cuerpo de eleomer haciendose a un lado mientras ca?a.
Luego, con el mismo aspecto serio, empezo a observar a su alrededor teniendo como punto centrico aquel lugar que le indicaba Sarven. mientras prestaba con atencion cualquier ruido que fuera distinto al del viento y la tormenta.
Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:40 Silenciosos, el sacerdote y el vidente miraron en direcci?n a los arboles mientras los copos de nieve, cada vez mas numerosos, se arremolinaban a su alrededor. Un minuto transcurri? en tenso silencio mientras los dos compa?eros miraban expectantes a su alrededor.
Pero ninguno de los dos vio ni oy? nada mas, aparte de la ventisca arreciando y los aullidos del viento soplando por las quebradas del paso monta?oso.
Eleomer al Adivinador: Al no captar nada mas extra?o en el ambiente Eleomer se dirigio a Su compa?ero:
Mi buen sacerdote, le pido que tranquilicemos nuestros nervios y sigamos el camino. Lo mejor seria que no demoremos mas y sigamos nuestro camino.
Mientras empezaba a caminar murmuraba como si estuviera conversando con alguien:
"Bueno, ya es hora que tu te dejes de calentarte entre mis ropas y nos ayudes por lo menos en la vigilancia, si sientes algun olor extra?o me avisas."
En eso de entre el cuello de su tunica, debajo de su menton se asoma una peque?a cabecita de un roedor.
Luego de avanzar unos pasos, se volvio a sarven para preguntar:
?Por este rumbo me dijo mi sacerdote que quedaba el refugio?
Sarven Tras unos tensos segundos sin que nada descendiese la pendiente hacia el camino, Sarven, atenazado por los nervios, apretaba cada vez con m?s fuerza la empu?adura de la maza. Sin embargo, la voz de Eleomer se alz? sobre el aullido del viento.
Al cl?rigo no le qued? m?s remedio que darle la raz?n al perspicaz elfo. Quiz? se hab?a alterado demasiado por algo que siquiera ten?a la certeza de haber visto. Los ?ltimos d?as de nervios, carreras, visiones on?ricas y ventisca estaban pasando factura a Sarven.
Ech?ndo un ?ltimo vistazo en derredor, sigui? los pasos del vidente. Al instante, Eleomer lanz? una pregunta.
- As? es mi buen elfo, calculo que en dos horas nos plantaremos en una peque?a caba?a, eso si mi memoria no falla y si la noche no cae antes sobre nosotros y nos desv?a de la ruta. Adelante. - respondi? con voz quebrada.
Continuaron la dura traves?a, y aunque su objetivo estaba delante de ellos a unas cuantas millas de distancia, Sarven no dejaba de lanzar miradas hacia atr?s como si en cualquier momento algo pudiese surgir de entre la cortina de nieve y lanzarse sobre los dos viajeros.
Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:55 Los dos compa?eros continuaron ladera arriba, mas prevenidos ahora que nunca. La tempestad arreciaba a su alrededo, provocando que la visivilidad fuera escasa, y dibujando sombras siniestras en la tarde que luego acababan siendo rocas o arboles.
As?, con los nervios de punta, continuaron avanzando durante un rato hasta que subitamente, la mula se paro en seco, con las patas clavadas en la niebe. Irritado y asustado, Sarven tir? con fuerza de las riendas, pero el animal no se movi?.
Sarven Extra?ado, el sacerdote se volvi? con cara curiosa hacia la bestia de carga.
-Vamos.- Dijo m?s preguntando que afirmando.
La mula no se movi?. Sarven examin? con detalle el comportamiento del animal, al tiempo que miraba alrededor, en busca de la temida y no menos esperada sombra de ojos brillantes que surgiese de la ventisca y frotaba compulsivamente su h?medo pelaje.
Eleomer el Adivinador: "No, no es mi intencion asustarte, tampoco que yo este asustado, pero es que... mira ya parece que en cualquier momento esto se nos oscurece y no seria de mi agrado estar en una noche de tormenta a la interperie."
Eleomer seguia murmurando a su peque?o compa?ero que llevaba entre sus ropas, cuando en eso, sintio una voz que helo su corazon por un momento a tal punto de hacerlo saltar.
? Que pasa ahor... ! Perdon, disculpe mi sacerdote, pero, ?hay algun problema?
Mientra decia estas palabras observo como se habia estancado la mula en el camino.
hmmm... mal momento para descansar. Mejor que le haga entender, mi buen sacerdote, que mas adelante podra descansar en un lugar un poco mas calido.
Luego se da vueltas mirando a su alrededor mientras mucitaba: "Hmmm... supongo que habra parado de cansada, porque este no es muy buen lugar y no creo que existan otros motivos para que se comporte asi, ?tu que opinas mi viejo amigo?"
La pregunta del elfo qued? suspendida en el aire mientras el sacerdote forcejeaba con las riendas del animal. Mientras tironeaba de las desgastadas tiras de cuero, Sarven vi?, o crell? ver, un brillo nervioso en los ojos de la mula.
Mientras su compa?ero hacia lo que podia para que reanudasen la marche, Elemoer clav? sus ojos en la tormenta, pero la visibilidad era casi nula, y la sensaci?n de que algo pudiera estar acechandolo a unos pasos de distancia sin que pudiera verlo ni oirlo le helaba la sangre.
De repente, como animado por los pensamientos del elfo, un gru?ido gutural son? alarmantemente cerca. La mula solt? un sonido estrangulado, a medio camino entre un relincho y un rebuzno, y se levant? sobre sus patas traseras, arrancando las riendas de las manos del sacerdote. Sarven di? alarmado un paso atras, evitando de milagro los cascos de la bestia aterrada, que dio media vuelta y se alej? a todo galope entre la ventisca, dejandoles solos...
Sarven La s?bita hu?da de la mula sobresalt? al desdichado Sarven, que en vano trat? de hacerse con las riendas mientras las pezu?as del animal pasaban peligrosamente cerca de su cara. D?ndose cuenta de que jam?s podr?a alcanzar al animal corriendo tras ?l en la ventisca (de hecho sus kilos de peso y la armadura har?an que a los pocos pies ya estuviese clavado en la nieve hasta la cintura), intent? hacerse cargo de los problemas mas acuciantes. D?ndose media vuelta, extrajo la maza de su cintur?n.
-?Mi buen elfo, venga de donde venga el peligro, procura que yo est? entre ti y ?l cuando aparezca!
Plant? firmemente los pies en el suelo y frunciendo el ce?o, trat? de ver m?s all? de la espesa nevada y escuchar detr?s del aullido del viento del Norte. Si Lazhander le observaba, no le iba a defraudar.
Eleomer el Adivinador: Al ver sentir correr a la mula suavemente puso su maleta en el suelo y se dispuso a sacar su arco de su hombro mientras daba unos lentos pasos hacia su compa?ero de viaje.
Luego de oir las palabras de Sarven dijo:
Si usted me lo pide no soy yo quien para negarme.
Mientrs seguias sus pasos pasando las espaldas de Sarven.
Los dos compa?eros permanecieron expentantes, armas en mano, rodeados por remolinos de viento y nieve. A pesar del frio, Sarven not? como su frente se perlaba de sudor.
De repente, por encima del bramar de la tormenta, pudieron escuchar claramente un sonido estrangulado y ag?nico, un relincho que al mismo tiempo era un estertor. Despues un bestial rugido y luego, de nuevo el silencio.
Al oir el rugido Eleomer saco una moneda de cobre de una de sus bolsas mientras pensaba para si "?donde estas? ?que eres? ?que quieres?", la hizo girar entre sus dedos hasta sostenerla entre el pulgar y el indice mientras musitaba unas palabras en draconiano.
Luego con la moneda delante de si siguio observando, atento.
El terrible rugido sumado al relincho ag?nico de la mula hizo tragar saliva a Sarven.
Llegaron a su cabeza im?genes de otro tiempo, de d?as soleados en el patio de la peque?a y humilde casa ubicada en la periferia del distrito del Mar en la ciudad de AguasProfundas, propiedad de la familia Greenbud. Sarven aun recordaba como los espantosos chillidos de los pollos se le clavaban en el cerebro y le hac?an rechinar los dientes cuando su padre sacrificaba alguno de aquellos animales para que su esposa los cocinase. El peque?o Sarven sufr?a terriblemente contemplando la muerte de las criaturitas, sin embargo, ver a su padre coger por el garganch?n a los animales a la vez que les rebanaba el pescuezo con un cuchillo perlado de sangre reseca, ejerc?a en el joven una extra?a fascinaci?n. Cada vez que el cabeza de familia acud?a al patio tras recoger del cobertizo aquella vieja arma de filo, cosa que suced?a al menos una vez por dekhana, Sarven corr?a al piso superior de la vivienda y contemplaba, asomando parte de la cabeza por el ventanuco de una de las estancias, el acto de poder de su padre sobre aquellas aves de corral. Sobreponi?ndose al profundo miedo que le imped?a ver el "ritual" al completo, siempre sacaba fuerzas para observar como la oscura sangre de los animales manchaba una y otra vez el terroso color del suelo del patio.
Aquel miedo y aquel respeto se hab?an transformado en verguenza cuando su padre le orden? una tarde cualquiera de verano en el decimocuarto a?o de Sarven que empu?ase el gastado cuchillo y sacrificase a uno de aquellos animales. Sarven fue incapaz. Temblando m?s que los pollos, tir? el arma al suelo y se ech? a llorar. Aquella tarde su padre se enfureci?, le regal? insultos, y le dijo que hasta las mujeres eran capaces de matar a un animal.
Este episodio tan traum?tico para el joven fue una de las m?ltiples razones para que, de mutuo acuerdo, los padres de Sarven decidieran dejar al chaval en manos del Prior Rom. Sarven jam?s puso un pero a esta decisi?n, muy al contrario, la sonrisa de oreja a oreja que el grueso muchacho sosten?a al cruzar los portones interiores del templo del Lord de la Ma?ana fue recordada durante mucho tiempo por los ac?litos que estuvieron presentes a su llegada.
Las imagenes de un tiempo pasado desaparecieron de la cabeza del sacerdote tan pronto como hab?an llegado. La fina voz de Eleomer, recitando frases en un grosero lenguaje que de ninguna forma lograba comprender, le sacaron rapidamente de su estupor.
Avanzando en la nieve, bamboleando su corpach?n torpemente, se dirigi? hacia donde hab?a escuchado el brutal rugido poniendo a su espalda al adivino.
-?Adelante! ?Que Lazhander nos ilumine! - resopl? casi sin aliento intentando infundir ?nimo a su compa?ero.
Esta vez -se dijo - si empu?ar?a el arma.
Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:57 Eleomer termin? de pronunciar las palabras de su encantamiento antes de que Sarven se hubiera alejado un par de pasos en la direcci?n de la que hab?a surgido el aterrador rugido. De repente, el vidente not? un cosquilleo familiar en la nuca, mientras su consciencia se expand?a a su alrededor. El elfo dorado entrecerr? los ojos concentr?ndose, tanteando con su mente la ventisca que les rodeaba, temeroso de lo que pudiera encontrar.
Sin embargo, aparte de su compa?ero, no detect? ninguna otra mente en las inmediaciones... lo cual tampoco era un gran consuelo, pues el mago sabia que el alcance de su hechizo apenas abarcaba una decena de yardas. Tante? por un instante la mente de su compa?ero, sorprendi?ndose sin poder evitarlo de la chispa de astucia que parec?a arder enterrada en la mente del sacerdote. Eleomer tom? buena nota de que, despu?s de todo, el f?cilmente subestimable Sarven no era ning?n incauto.
Eleomer- Vamos. - Musit? el elfo escuetamente, y ambos comenzaron a avanzar lentamente en la direcci?n en la que la tormenta (y quiz?s algo mas) se hab?a tragado a su desafortunada mula.
Al irse cerrando poco a poco su mente mientras avanzaba con lentitud, detuvo su paso, bajo su mano en donde tenia la moneda y la guardo. Mientra acomodaba otra vez su arco en su hombro decia:
Mi buen clerigo. Por lo visto, en nuestra proximidad no hay criatura alguna, pero esto aun no me tranquiliza.
Mientras se acercaba a su maletin contiuno hablando.
Tenemos dos opciones: o seguimos caminando hasta el refugio mas cercano, o nos devolvemos a buscar la mula para ver si quedo algo de provisiones. No es que quiera ser descortez con aquel noble animal, pero pienso que es mejor la primera opcion, usted que me dice mi sacerdote.
Toma su maletin mientras piensa para si: "Me sorprende que tenga una mente tan fuerte".
Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:57 Antes de que el sacerdote pudiera responder, un sonido lleg? a ambos compa?eros por encima del aullido de la tormenta. Un h?medo ruido de masticaci?n, y el crujido de los huesos rotos, cuya procedencia parec?a estar a apenas unas yardas.
De repente, una s?bita r?faga de viento, aun mas fuerte que las dem?s, pareci? apartar por un instante la cortina de copos de nieve que hacia casi imposible ver nada mas all? de un par de pasos. A trav?s de la ventisca vislumbraron una gran silueta cuadr?peda de oscuro pelaje, con la cabeza inclinada y oculta por el enorme cuerpo.
"?Un oso?" pens? tr?mulamente Sarven.
Pero en ese momento, el enorme depredador alz? su testuz ensangrentada de los restos de lo que sin duda, era su mula, y clav? sus ojos en los dos compa?eros.
Unos ojos que brillaban como brasas ardientes.
FIN DEL INTERLUDIOFrontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:56Con celeridad, pero tambi?n con vigilante prudencia, Quall gui? a su fiel Dur?n camino arriba, preocupado por el posible fin de los dos viajeros a los cuales les acechaba un peligro que, seguramente, no pod?an ni sospechar.
De repente, por encima del bramar de la tormenta, pudieron escuchar claramente un sonido estrangulado y ag?nico, un relincho que al mismo tiempo era un estertor. Despues un bestial rugido y luego, de nuevo el silencio.