Autor Tema: La Muerte y el Invierno [DDI]  (Leído 98610 veces)

Falquian

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« Respuesta #60 en: Julio 06, 2004, 11:54:47 am »
INTERLUDIO

Frontera de Amn, pasos monta?osos en algun punto entre Minanegra y Nashkell 17:00


"No se quien esta mas cansado, yo, o la pobre mula" pens? con tristeza Sarven, mientras se esforzaba por dar otro paso mas. Nada estaba saliendo bien. De hecho, desde que conoci? a su compa?ero elfo, nada hab?a salido bien.

Aunque desde luego, no seria muy justo echarle toda a culpa al vidente.

Apretando los dientes a causa de la ventisca, el sacerdote tir? de nuevo con fuerza de las riendas de la mula. El elfo avanzaba por delante de el con pasos flexibles y el?sticos, que apenas parec?an hundirse en la nieve. Sin poder evitarlo, Sarven experiment? cierta satisfacci?n al comprobar que su compa?ero al menos pasaba tanto fr?o como el. Despu?s hizo una mueca y se amonest? as? mismo por tener semejantes pensamientos.

No hab?a sido muy buena idea cruzar el paso con ese clima, pero la visi?n de Eleomer hab?a sido clara. Deb?an alcanzar Nashkell cuanto antes, y la situaci?n actual les hab?a hecho temer que no alcanzar?an su destino a tiempo.

A tiempo... el tiempo parec?a correr siempre en su contra desde que el vidente y el se hab?an conocido por casualidad en un puesto de pergaminos, en el bullicioso paseo de Waukeen en Azhkatla. Result? que ambos buscaban una edici?n similar de las Profec?as Finales de Alaundo. "Es el destino" dijo sonriendo el elfo. Acabaron tomando una copa de vino juntos, y descubrieron que ambos anhelaban de igual manera visitar la legendaria biblioteca de Candelero, la mas famosa de todo Faerum.

"Solo exist?a un peque?o inconveniente". Penso Sarven con tristeza. Para poder entrar en la joya del conocimiento de la Costa de la Espada y tener derecho a examinar sus valiosos libros, era necesario donar a los sacerdotes que guardaban el lugar un manuscrito valorado en nada menos que mil piezas de oro... Una cifra que ninguno de los dos podr?a reunir. Acabaron despidi?ndose con cortes?a y cada uno march? por su lado para seguir con sus asuntos.

Un par de d?as despu?s Sarven estaba discutiendo con un tendero el precio de un caballo cuando vio pasar a un atribulado Eleomer, seguido de cerca por cuatro tipos de aspecto poco recomendable. Dejando al tendero con la palabra en la boca, el preocupado sacerdote sigui? a los cuatro matones hasta la boca de un callej?n en el que el elfo hab?a decidido plantarles cara. La pelea fue dura y breve, y la maza de Sarven tuvo que abollar un par de cabezas, pero tanto el como Eleomer escaparon a toda prisa sin un rasgu?o.

Mas tarde, mientras tomaban otra copa en la misma posada en la que hab?an charlado d?as antes, el vidente le confes? el motivo del acoso que hab?a sufrido. Desesperado por la imposibilidad de conseguir un volumen lo suficientemente valioso para cumplir su sue?o, el vidente hab?a comenzado a indagar la posibilidad de encontrar alg?n escrito de ese tipo por medio de sus poderes. Por desgracia (admiti? el elfo dorado con una mueca) sus poderes no hab?an sido lo suficientemente poderosos. Pero no se rindi? y sigui? buscando.

As? fue como oy? hablar del oreth, una potente droga tra?da (seg?n dec?an) desde las lejanas tierras de Chult, que los sacerdotes de un antiqu?simo dios de la jungla utilizaban para potenciar sus poderes de visi?n. Eleomer decidi? arriesgarse e intento comprar la sustancia, para lo cual se adentr? en los negros bajos fondos de la ciudad. Gast? una fortuna en comprar una dosis lo suficientemente potente, y aquellos desgraciados hab?an intentado arrebatarle el preciado l?quido algo mas tarde. El vidente consigui? darles esquinazo para toparse con ellos de nuevo mas tarde... y el resto Sarven ya lo sabia.

Sarven, que siempre se hab?a considerado un tipo escrupuloso y respetuoso de la ley, no pudo por menos que sorprenderse por lo relatado por alguien a quien el hab?a catalogado como un serio y eficiente erudito... Su sorpresa fue mayor cuando el elfo le pidi? que le ayudara con los preparativos de su conjuro. Ante los evidentes reparos del sacerdote, Eleomer le prometi? compartir con el cualquier informaci?n que consiguiera por medio de su magia. Finalmente el cl?rigo accedi?, decidido a no perder esta oportunidad que le ofrec?a el destino... y a evitar que el elfo fuera demasiado lejos en su ansia de conocimiento.

Los preparativos fueron sencillos. Apartaron todos los muebles de la habitaci?n y el elfo se acuclill? en el centro. A continuaci?n, ingiri? la preciada droga y Sarven le bendijo con el poder de su dios, para evitar que nada maligno ti?era o distorsionara las visiones. Despu?s Eleomer ley? el pergamino m?gico que juntos hab?an comprado a costa de pr?cticamente todo el dinero que les quedaba. El efecto fue casi inmediato.

El pobre sacerdote casi se muere del susto cuando todas las vela de la sala se apagaron. Los ojos del elfo comenzaron a brillar con una luz blanquecina y comenz? a murmurar en un tono gutural e incomprensible. El sacerdote de Latander ya estaba empezando a temerse lo peor cuando Eleomer pronunci? una ultima frase con voz ronca y se desplom? sin sentido.

Tard? todo un d?a en recurperarse. Sarven no tuvo tiempo de aburrirse o preocuparse, pues los perseguidores del elfo volvieron a dar la cara, y se vio obligado huir llevando a cuestas al indefenso vidente. Cuando la noche call? de nuevo estaban en un granero a las afueras de Azhkatla, y el sacerdote empezaba a preguntarse como demonios se le hab?a ocurrido mezclarse en todo ese l?o.

A media noche, Eleomer abri? los ojos, tranquilo y despejado, como si hubiera tenido un placido sue?o. Se sent? frente al sacerdote y le cont? lo que hab?a so?ado. La visi?n era cr?ptica. En su sue?o aparec?a una perla de color gris, abandonada sobre un lecho de nieve. Junto a la perla pasaba llevado por el viento y velo blanco, similar al utilizado por las damas nobles. El velo era arrastrado por el viento hasta las puertas de un gran castillo, con sus torres en llamas. Sobre el castillo se alzaba la luna llena en todo su esplendor. Las puertas se abr?an para dejar entrar la delicada prenda, y tras ella cruzaban a su vez Eleomer y Sarven. Despu?s la visi?n pareci? distorsionarse y oscurecerse... a pesar del conjuro lanzado por el sacerdote, algo o alguien pareci? interferir con el hechizo lanzado por el elfo dorado. ?El ultimo recuerdo que guardo? susurr? Eleomer ?fueron dos enormes ojos rojos abri?ndose, y el ronco gru?ido de una bestia sonando en mitad de una noche de tormenta?.

Preocupados, discutieron juntos sobre el significado de la visi?n. La fortaleza no pod?a ser otra que Candelero, cuyo emblema era precisamente ese, una fortaleza con sus torres ardiendo, y la visi?n parec?a indicarles una forma de entrar... con la siguiente luna llena. Ten?an apenas decana y media para alcanzar la fortaleza-monasterio. Otra se?al f?cil de interpretar fue la perla. Sarven recordaba perfectamente la Perla Gris. Era una agradable posada donde hab?a tomado una estupenda cena en su viaje hacia el sur.

No les quedaba sino ponerse en camino. El tiempo apremiaba. El temor a encontrarse con los insistentes perseguidores del vidente les vedaba la posibilidad de utilizar el famoso puerto de Azhkatla para emprender el viaje. Deber?an hacerlo a pie, y en la peor ?poca. Pero a esas alturas ninguno de los dos estaba dispuesto a echarse atr?s y en apenas un par de d?as alcanzaron las torres gemelas. Despu?s, el peque?o pueblo de Minanegra, y mas tarde, aquella brutal pendiente y el infierno helado en el que se encontraban ahora. Durante todo ese tiempo, el sacerdote no dej? de mirar atr?s, como si presintiera que les segu?an la pista... o como si temiera que la bestia que todas las noches visitaba en sue?os a Eleomer fuera a caer sobre ellos en una noche como la que se acercaba. Una noche de tormenta.
 
Eleomer el Adivinador:

"Esto no puede ser tan malo, no tan malo, piensa en lo positivo que puede ser esto". Musitaba buscando un consuelo para la situacion que pasaba. "Bueno, ahora tenemos una se?al de como conseguir entrar a Candelero, es un buen punto, si... Tambien es muy poco probable que aquellos rufianes nos sigan hasta aqui con este clima, de hecho, hay que estar muy desesperado para viajar con este clima. hmmm... como nosotros... auch!!!."

Al decir estas ultimas palabras sintio un leve rasgu?o que provenia desde el interior de sus ropas.

"Si, ya lo se. No es un buen momento para hacerme recordar a mi maestro. Si hasta siento sus palabras diciendome - Te lo dije, la vida alla afuera es muy dura y no puedes confiar en nadie que no sea de nuestro linaje. - En nadie, bueno, en esto se equivoco. Aun hay gente en la cual se puede confiar".

Mira hacia atras, esvozando una peque?a sonrisa a aquel hombre quien le habia ayudado en aquel momento y que, ahora, compartian el mismo viaje.

"En vez de quejarte tanto, mejor ayudame a decifrar aquel sue?o que tuve. hmmm... Veamos, ya tenenos claro el asunto de la fortaleza, las torres en llamas, la luna llena y la perla gris; pero hay un par de asuntos que todavia no me quedan en todo claro."

"Primero, el velo: He oido hablar de pergaminos que tienen tales escritos que sus palabras se sienten tan suaves al oido como un velo de seda acariciando las mejillas de un peque?o bebe, hechizos que apaciguan a la mas testaruda bestia. O sera que sea en realidad el velo de una dama que nos da la entrada a la fortaleza de candelero. ?Existira alguien asi que pueda permitirnos entrar? Bueno, creo que la respuesta la tendremos cuando lleguemos a la Perla Gris."

"Segundo, aquellos ojos rojos y el gru?ido de una bestia... sonando en mitad de la noche... en una noche de tormenta... glup..."

Luego de estas ultimas conclusiones da una mirada al no grato ambiente que le rodea y le parecio sentir a la lejania aquel rugido que bien lo escuchaba en sus sue?os. Acto seguido, se da vuelta y alza la voz tratandose de hacer oir a Sarven:

Mi bien distinguido sacerdote, ?cuanto cree que nos falte para el proximo refugio?

 
Sarven el Fuerte:

Las ?ltimas semanas estaban resultando muy duras para Sarven. Su oronda figura se bamboleaba con paso lento e inseguro por el embravecido mar blanco como un viejo alce herido. Poco acostumbrado a caminar grandes distancias, a duras penas consegu?a mantener el ritmo que imprim?a su compa?ero Eleomer, mucho m?s gr?cil y liviano que el sacerdote humano. Durante estos ?ltimos d?as la nieve no hab?a parado de introduc?rsele en los zapatos - nada aptos para la traves?a en semejantes condiciones clim?ticas - caus?ndole peque?as heridas y rozaduras que le obligaban a apretar con fuerza los dientes a cada paso que daba. No fue hasta el tercer d?a cuando record? las polainas que ten?a en el petate junto a otra ropa de abrigo. La prenda le ayud? en parte a mitigar el dolor, sin embargo no era esa la ?nica preocupaci?n que rondaba la cabeza del devoto.

Tantas horas de marcha con la ?nica compa??a del extra?o elfo dorado permit?an a Sarven abstraerse y pensar en los acontecimientos en los que se hab?a visto inmerso. Eleomer parec?a un buen compa?ero. Hasta el momento no se hab?a mostrado excesivamente hablador, pero tampoco era una tumba. Colaboraba con educaci?n en todas las tareas, siempre en la medida de sus posibilidades. Parec?a sumamente inteligente y perspicaz, y a pesar de no haber mantenido ninguna larga conversaci?n, Sarven sab?a que el elfo era una persona culta y muy versada. Sin embargo se autoproclamaba a s? mismo como adivinador y vidente. Sarven hab?a presenciado el momento en que Eleomer ingiri? el oreth, y lo que se desarroll? despu?s lo hab?a asustado. Tirando de las riendas que obligaban a la terca mula a seguir sus pasos y mirando las estrechas espaldas del elfo, se pregunt? que clase de dioses acompa?ar?an al adivino.

Aquella cr?ptica historia sobre perlas, velos y torres llameantes no hab?a contribu?do en nada a tranquilizar al cl?rigo. Cuando recorDaba la inquietante parte de los brillantes ojos en la oscuridad no pod?a evitar sentir un escalofr?o, y no era producido precisamente por el fr?o. Sin embargo, los delirios del elfo saliendo de su dulce sue?o del oreth eran la ?nica pista con la que contaban. Mirando hacia atr?s, Sarven rog? a Lazhander que la perla visionada por Eleomer se tratase de una misteriosa representaci?n del establecimiento de Nashkell llamado La Perla Gr?s. Y que las torres en llamas fuesen Candelero. Si no, todo aquello ten?a poco sentido.

Luego estaban los tipos que hab?an perseguido al vidente. Simples brutos, matones a sueldo. Dos o tres no eran rival para alguien como Sarven el Fuerte, cl?rigo del LorD de la Ma?ana. Y el adivino hab?a demostrado mucha valent?a. Pero vendr?an m?s. La situaci?n en la ciudad no era buena, hab?a que salir de ah? como fuese. Volvi? la vista hacia el oeste al pensar que no hab?an podido iniciar su viaje hacia Candelero en uno de los barcos mercantes de Azhkatla en vez de caminar hasta el monasterio por millas y millas de nieve, todo por culpa de aquellos insidiosos maporreros. Sin embargo, recapacit?, dudaba que alg?n barco hubiese podido hacerse a la mar con este temporal.

Pese a todo, Sarven sab?a que el crujido de las hojas de las Profec?as Finales de Alaundo en sus manos, y su olor a siglos y humedad del tomo, compensar?an todos los esfuerzos...

La voz de Eleomer, alz?ndose sobre el aullido del viento, sac? a Sarven de sus cavilaciones.

-..., ?cu?nto cree que nos falte para el proximo refugio?

-Amigo m?o,-se esforz? en gritar - por el bien de mis pies y por el bien de la mula, espero que encontremos alg?n sitio para cubrirnos antes de la noche. Si te sientes con fuerza podr?amos acelerar el paso. Yo fuerzas no tengo, pero me temo que a la mula no le har? gracia cargar con mi peso y a t? menos. Continuemos, la cerveza caliente y el cordero asado nos esperan en La Perla Gr?s.

 
Eleomer el Adivinador:

Mientras oia las palabras del Clerigo, detuvo su andar, esperando el paso de su compa?ero y asi poder escucharlo de mejor forma.
El solo imaginar el olor en ese instante le parecio aun mas agradable que el olora a primavera que se siente en los lindes del bosque olvidado. pero aun esos pensamiento no lograban calentar su piel, ni tampoco quitarle el temor que ya desde hace un rato tenia en su mente.

Mi buen se?or, gracias por sus palabras de animo, pero temo que ya pronto nos caera la noche, y si no llegamos luego al primer refugio, hmm, me incomodaria mucho tener que hacernos de un refugio en estas condiciones, y si digo en estas condiciones, me estoy refiriendo, a una "noche fria" y "tormentosa" donde apenas se van a poder distinguir unos "ojos rojos".
No es que este insinuando, mi sacerdote que parte del sue?o tenga que cumplirse aqui, de hecho, esa parte fue solo al ultimo, cuando estaba por despertar, pero hay que tener en cuenta que en los sue?os y las visiones, el tiempo no transcurre como en la realidad, y hasta puede verse alterado. Asi que por favor, animemonos y hagamos un esfuerzo por apurar el paso. Se que esta noble bestia, si me entendiera, me daria la razon y asi como ha estado ayudandonos hasta ahora, podria dar un esfuerzo adicional por el bien de todos.

Al terminar de hablar sintio que el aliento se le iva, pero este no era el momento de darse por vencido, penso para si. Apreto su abrigo a su cuerpo mientras erguia su cuerpo, dando un aspecto desafiante ante la inclemencia del tiempo.

"no me venceras, no me venceras". musitaba.
 
Sarven

La sola menci?n de la mirada de la bestia en la oscuridad provoc? en Sarven una intensa sudoraci?n a pesar de que la temperatura era extremadamente baja. Tragando saliva, cogi? con renovadas fuerzas las riendas de la mula y tir? de ella, avanzando con paso firme sobre la nieve. Sin musitar palabra, avanz? ante la mirada de aprobaci?n de Eleomer. Tras avanzar unos metros y adelantar al elfo, Sarven se detuvo de nuevo.

-Si nos sorprenden aqu? - dijo con voz queda volvi?ndose hacia el adivino y mir?ndole con ojos como platos - podemos darnos por muertos.
Ambos siguieron la marcha absortos en sus cavilaciones y preocup?ndose por no caer exhaustos.

Eleomer
 
Muy bien mi estimado sacerdote, dicho y hecho.

A la vez que tomaba nuevos brios y despues de una pausa volvio a preguntar.

Entonces, volviendo a mi primera pregunta mi buen caballero, ?cuanto nos queda para llegar al primer refugio y si es posible que me dijera por donde es?
 
Sarven
 
Sarven se qued? at?nito escuchando las palabras del adivinador. Hasta ese momento, hab?a cre?do que Eleomer, con una vista mucho mas desarrollada que la del sacerdote, ten?a bien definido el rumbo que ambos estaban siguiendo.

Le vino a la cabeza la imagen de su cadaver semi-enterrado en la nieve, con las extremidades amoratadas por la congelaci?n y los ojos mirando perpetuamente el dia, la noche, y a Selune y sus l?grimas.

Sarven se esforz? en mirar en la lejan?a, con la esperanza de encontrar alguna referencia para poder calcular cuanto quedaba de camino. Tambale?ndose en la nieve, ascendi? a las lomas altas donde el viento soplaba con mas fuerza, con el objetivo de obtener un mayor per?metro de visi?n. Intent? recordar la ubicaci?n de N?shkel y su distancia de los Picos de las Nubes. Anta?o hab?a viajado hacia el sur desde Aguas Profundas, y pese a que no estaba familiarizado con la zona y la ventisca cambiaba por completo el paraje, ten?a la esperanza de reconocer el trecho que estaban recorriendo.
 
Eleomer el Adivinador:

Eleomer se quedo junto a la mula observando los movimientos de Sarven y, mientras esperaba una respuesta musitaba:

"No te preocupes, pronto estaremos en el refugio, de hecho, pienso que no deve estar muy lejos. Como ya ni te atrevez a asomarte te comento que nuestro compa?ero ya parece estar divizando un buen refugio."

"y tu noble animal" - dirigiendose a la mula - "No se que mas odias, si el frio o el cansancio, pero por ahora puedes descansar mientras tu amo busca el camino hacia un refugio."
 
 
Frontera de Amn, pasos monta?osos en algun punto entre Minanegra y Nashkell 17:10 - 17:20

Sarven subi? trabajosamente la pendiente, con la esperanza de encontrar un punto de referencia que le permitiera averiguar donde estaban mas o menos... Con un poco de suerte, quiz?s pudiera vislumbrar alguno de los refugios. Por lo menos, era dif?cil perderse, pues el camino ascend?a por las quebradas naturales del paso monta?oso, siguiendo las torrenteras que se formaban entre las dos enormes monta?as que enmarcaban la parte mas alta de la ruta.

Con un par de resbalones que le dieron un par de buenos sustos (despu?s de todo la pendiente era muy inclinada), el orondo sacerdote subi? lo suficiente como para detenerse a echar un vistazo a su alrededor. Con el borde de la capa limpi? de escarcha y nieve el visor de su casco e intent? penetrar con sus ojos la ventisca. Aqu? o all? ve?a un ?rbol o una roca que le sonaban... pero no pod?a estar del todo seguro. Se devan? los sesos intentando aferrarse a algo y finalmente un breve recuerdo vino a su memoria.

Al cruzar el paso del otro lado, record? una peque?a hondonada, cerca de la coronaci?n de la cima. All?, protegida del viento, hab?a visto una peque?a caba?a insignificante que se le hab?a antojado medio en ruinas... Aquel deb?a de ser uno de los refugios de los que hab?a hablado aquel comerciante al que le hab?an comprado sus ropas de abrigo. Por desgracia, deb?an de quedar al menos dos horas de camino, a buen paso, y el cl?rigo dudaba que les quedase tanta luz.

De repente, sus ojos captaron otra cosa. En lo alto de la pendiente que hab?a frente a el, al otro lado del camino, crey? distinguir un movimiento entre los arboles. Algo grande y de silueta oscura parec?a haber asomado entre la ventisca... para luego desaparecer. Sarven sinti? que algo se encog?a en su interior. ?Se lo habr?a imaginado? Mas val?a que si...

 
Sarven
 
El primer impulso del cl?rigo fue gritar para que su compa?ero Eleomer se apartase del camino despejado y tomase algo de cobertura. Por suerte para ellos dos, el fr?o y el susto hab?an paralizado la boca del hombret?n y fue incap?z de emitir ning?n sonido.

Mirando con nerviosismo en todas direcciones, pens? fugazmente que alzar la voz para advertir al adivino pod?a atraer a mas invitados no deseados, as? que, con su torpeza caracter?stica, Sarven corri? ladera abajo hasta que, cuando apenas le quedaba aliento, cay? rodando sobre la blanda nieve. Ligeramente aturdido, volvi? a lanzarse a la carrera hasta llegar a la altura del vidente y la mula, respirando pesadamente y exhalando gran cantidad de vapor por la boca.

Resoplando, y mirando con los ojos desorbitados al otro lado del camino, inquiri? con voz temblorosa:

-?Eleomer, Eleomer! ?Has visto eso ah? arriba? He notado alg?n movimiento en los ?rboles de lo alto, temo que, sea lo que sea, baje hasta aqu?. Si nos damos prisa podr?amos alcanzar una caba?a que calculo est? a unas dos horas de marcha, pero si nos lanzamos a buscar el refugio... podr?an sorprender nuestras espaldas...

Esperando la reacci?n del elfo, Sarven ote? de nuevo en la direcci?n en que hab?a visto el fugaz movimiento. Al mismo tiempo, puso su mano enguantada en la maza que portaba al cinto, y su respiraci?n se hizo mas pausada y tranquila.

Eleomer el Adivinador:

A pesar de lo gracioso que fue observar el aparatoso descenso de su compa?ero de viaje (a tal punto de esbosar una risita que prontamente la cay? para asi no ofender a Sarven), las palabras que pronuncio dieron un vuelco serio a su faz.

Pronuncio unas palabras en Draconiano antiguo a la vez que movia la palma de su mano por sobre su pecho sin tocarlo, al instante parecio que hasta la misma nieve tuviera miedo de tocar el cuerpo de eleomer haciendose a un lado mientras ca?a.

Luego, con el mismo aspecto serio, empezo a observar a su alrededor teniendo como punto centrico aquel lugar que le indicaba Sarven. mientras prestaba con atencion cualquier ruido que fuera distinto al del viento y la tormenta.

Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:40

Silenciosos, el sacerdote y el vidente miraron en direcci?n a los arboles mientras los copos de nieve, cada vez mas numerosos, se arremolinaban a su alrededor. Un minuto transcurri? en tenso silencio mientras los dos compa?eros miraban expectantes a su alrededor.

Pero ninguno de los dos vio ni oy? nada mas, aparte de la ventisca arreciando y los aullidos del viento soplando por las quebradas del paso monta?oso.

Eleomer al Adivinador:

Al no captar nada mas extra?o en el ambiente Eleomer se dirigio a Su compa?ero:

Mi buen sacerdote, le pido que tranquilicemos nuestros nervios y sigamos el camino. Lo mejor seria que no demoremos mas y sigamos nuestro camino.

Mientras empezaba a caminar murmuraba como si estuviera conversando con alguien:

"Bueno, ya es hora que tu te dejes de calentarte entre mis ropas y nos ayudes por lo menos en la vigilancia, si sientes algun olor extra?o me avisas."

En eso de entre el cuello de su tunica, debajo de su menton se asoma una peque?a cabecita de un roedor.

Luego de avanzar unos pasos, se volvio a sarven para preguntar:

?Por este rumbo me dijo mi sacerdote que quedaba el refugio?

Sarven
 
Tras unos tensos segundos sin que nada descendiese la pendiente hacia el camino, Sarven, atenazado por los nervios, apretaba cada vez con m?s fuerza la empu?adura de la maza. Sin embargo, la voz de Eleomer se alz? sobre el aullido del viento.

Al cl?rigo no le qued? m?s remedio que darle la raz?n al perspicaz elfo. Quiz? se hab?a alterado demasiado por algo que siquiera ten?a la certeza de haber visto. Los ?ltimos d?as de nervios, carreras, visiones on?ricas y ventisca estaban pasando factura a Sarven.

Ech?ndo un ?ltimo vistazo en derredor, sigui? los pasos del vidente. Al instante, Eleomer lanz? una pregunta.

- As? es mi buen elfo, calculo que en dos horas nos plantaremos en una peque?a caba?a, eso si mi memoria no falla y si la noche no cae antes sobre nosotros y nos desv?a de la ruta. Adelante. - respondi? con voz quebrada.

Continuaron la dura traves?a, y aunque su objetivo estaba delante de ellos a unas cuantas millas de distancia, Sarven no dejaba de lanzar miradas hacia atr?s como si en cualquier momento algo pudiese surgir de entre la cortina de nieve y lanzarse sobre los dos viajeros.
 
Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:55

Los dos compa?eros continuaron ladera arriba, mas prevenidos ahora que nunca. La tempestad arreciaba a su alrededo, provocando que la visivilidad fuera escasa, y dibujando sombras siniestras en la tarde que luego acababan siendo rocas o arboles.

As?, con los nervios de punta, continuaron avanzando durante un rato hasta que subitamente, la mula se paro en seco, con las patas clavadas en la niebe. Irritado y asustado, Sarven tir? con fuerza de las riendas, pero el animal no se movi?.

Sarven
 
Extra?ado, el sacerdote se volvi? con cara curiosa hacia la bestia de carga.

-Vamos.- Dijo m?s preguntando que afirmando.

La mula no se movi?. Sarven examin? con detalle el comportamiento del animal, al tiempo que miraba alrededor, en busca de la temida y no menos esperada sombra de ojos brillantes que surgiese de la ventisca y frotaba compulsivamente su h?medo pelaje.
 
Eleomer el Adivinador:

"No, no es mi intencion asustarte, tampoco que yo este asustado, pero es que... mira ya parece que en cualquier momento esto se nos oscurece y no seria de mi agrado estar en una noche de tormenta a la interperie."

Eleomer seguia murmurando a su peque?o compa?ero que llevaba entre sus ropas, cuando en eso, sintio una voz que helo su corazon por un momento a tal punto de hacerlo saltar.

? Que pasa ahor... ! Perdon, disculpe mi sacerdote, pero, ?hay algun problema?

Mientra decia estas palabras observo como se habia estancado la mula en el camino.

hmmm... mal momento para descansar. Mejor que le haga entender, mi buen sacerdote, que mas adelante podra descansar en un lugar un poco mas calido.

Luego se da vueltas mirando a su alrededor mientras mucitaba: "Hmmm... supongo que habra parado de cansada, porque este no es muy buen lugar y no creo que existan otros motivos para que se comporte asi, ?tu que opinas mi viejo amigo?"
 
La pregunta del elfo qued? suspendida en el aire mientras el sacerdote forcejeaba con las riendas del animal. Mientras tironeaba de las desgastadas tiras de cuero, Sarven vi?, o crell? ver, un brillo nervioso en los ojos de la mula.

Mientras su compa?ero hacia lo que podia para que reanudasen la marche, Elemoer clav? sus ojos en la tormenta, pero la visibilidad era casi nula, y la sensaci?n de que algo pudiera estar acechandolo a unos pasos de distancia sin que pudiera verlo ni oirlo le helaba la sangre.

De repente, como animado por los pensamientos del elfo, un gru?ido gutural son? alarmantemente cerca. La mula solt? un sonido estrangulado, a medio camino entre un relincho y un rebuzno, y se levant? sobre sus patas traseras, arrancando las riendas de las manos del sacerdote. Sarven di? alarmado un paso atras, evitando de milagro los cascos de la bestia aterrada, que dio media vuelta y se alej? a todo galope entre la ventisca, dejandoles solos...
 
Sarven
 
La s?bita hu?da de la mula sobresalt? al desdichado Sarven, que en vano trat? de hacerse con las riendas mientras las pezu?as del animal pasaban peligrosamente cerca de su cara. D?ndose cuenta de que jam?s podr?a alcanzar al animal corriendo tras ?l en la ventisca (de hecho sus kilos de peso y la armadura har?an que a los pocos pies ya estuviese clavado en la nieve hasta la cintura), intent? hacerse cargo de los problemas mas acuciantes. D?ndose media vuelta, extrajo la maza de su cintur?n.

-?Mi buen elfo, venga de donde venga el peligro, procura que yo est? entre ti y ?l cuando aparezca!

Plant? firmemente los pies en el suelo y frunciendo el ce?o, trat? de ver m?s all? de la espesa nevada y escuchar detr?s del aullido del viento del Norte. Si Lazhander le observaba, no le iba a defraudar.

Eleomer el Adivinador:

Al ver sentir correr a la mula suavemente puso su maleta en el suelo y se dispuso a sacar su arco de su hombro mientras daba unos lentos pasos hacia su compa?ero de viaje.

Luego de oir las palabras de Sarven dijo:

Si usted me lo pide no soy yo quien para negarme.

Mientrs seguias sus pasos pasando las espaldas de Sarven.
 
Los dos compa?eros permanecieron expentantes, armas en mano, rodeados por remolinos de viento y nieve. A pesar del frio, Sarven not? como su frente se perlaba de sudor.

De repente, por encima del bramar de la tormenta, pudieron escuchar claramente un sonido estrangulado y ag?nico, un relincho que al mismo tiempo era un estertor. Despues un bestial rugido y luego, de nuevo el silencio.

Al oir el rugido Eleomer saco una moneda de cobre de una de sus bolsas mientras pensaba para si "?donde estas? ?que eres? ?que quieres?", la hizo girar entre sus dedos hasta sostenerla entre el pulgar y el indice mientras musitaba unas palabras en draconiano.

Luego con la moneda delante de si siguio observando, atento.
 
El terrible rugido sumado al relincho ag?nico de la mula hizo tragar saliva a Sarven.

Llegaron a su cabeza im?genes de otro tiempo, de d?as soleados en el patio de la peque?a y humilde casa ubicada en la periferia del distrito del Mar en la ciudad de AguasProfundas, propiedad de la familia Greenbud. Sarven aun recordaba como los espantosos chillidos de los pollos se le clavaban en el cerebro y le hac?an rechinar los dientes cuando su padre sacrificaba alguno de aquellos animales para que su esposa los cocinase. El peque?o Sarven sufr?a terriblemente contemplando la muerte de las criaturitas, sin embargo, ver a su padre coger por el garganch?n a los animales a la vez que les rebanaba el pescuezo con un cuchillo perlado de sangre reseca, ejerc?a en el joven una extra?a fascinaci?n. Cada vez que el cabeza de familia acud?a al patio tras recoger del cobertizo aquella vieja arma de filo, cosa que suced?a al menos una vez por dekhana, Sarven corr?a al piso superior de la vivienda y contemplaba, asomando parte de la cabeza por el ventanuco de una de las estancias, el acto de poder de su padre sobre aquellas aves de corral. Sobreponi?ndose al profundo miedo que le imped?a ver el "ritual" al completo, siempre sacaba fuerzas para observar como la oscura sangre de los animales manchaba una y otra vez el terroso color del suelo del patio.

Aquel miedo y aquel respeto se hab?an transformado en verguenza cuando su padre le orden? una tarde cualquiera de verano en el decimocuarto a?o de Sarven que empu?ase el gastado cuchillo y sacrificase a uno de aquellos animales. Sarven fue incapaz. Temblando m?s que los pollos, tir? el arma al suelo y se ech? a llorar. Aquella tarde su padre se enfureci?, le regal? insultos, y le dijo que hasta las mujeres eran capaces de matar a un animal.

Este episodio tan traum?tico para el joven fue una de las m?ltiples razones para que, de mutuo acuerdo, los padres de Sarven decidieran dejar al chaval en manos del Prior Rom. Sarven jam?s puso un pero a esta decisi?n, muy al contrario, la sonrisa de oreja a oreja que el grueso muchacho sosten?a al cruzar los portones interiores del templo del Lord de la Ma?ana fue recordada durante mucho tiempo por los ac?litos que estuvieron presentes a su llegada.

Las imagenes de un tiempo pasado desaparecieron de la cabeza del sacerdote tan pronto como hab?an llegado. La fina voz de Eleomer, recitando frases en un grosero lenguaje que de ninguna forma lograba comprender, le sacaron rapidamente de su estupor.

Avanzando en la nieve, bamboleando su corpach?n torpemente, se dirigi? hacia donde hab?a escuchado el brutal rugido poniendo a su espalda al adivino.

-?Adelante! ?Que Lazhander nos ilumine! - resopl? casi sin aliento intentando infundir ?nimo a su compa?ero.

Esta vez -se dijo - si empu?ar?a el arma.
 
 
Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:57

Eleomer termin? de pronunciar las palabras de su encantamiento antes de que Sarven se hubiera alejado un par de pasos en la direcci?n de la que hab?a surgido el aterrador rugido. De repente, el vidente not? un cosquilleo familiar en la nuca, mientras su consciencia se expand?a a su alrededor. El elfo dorado entrecerr? los ojos concentr?ndose, tanteando con su mente la ventisca que les rodeaba, temeroso de lo que pudiera encontrar.

Sin embargo, aparte de su compa?ero, no detect? ninguna otra mente en las inmediaciones... lo cual tampoco era un gran consuelo, pues el mago sabia que el alcance de su hechizo apenas abarcaba una decena de yardas. Tante? por un instante la mente de su compa?ero, sorprendi?ndose sin poder evitarlo de la chispa de astucia que parec?a arder enterrada en la mente del sacerdote. Eleomer tom? buena nota de que, despu?s de todo, el f?cilmente subestimable Sarven no era ning?n incauto.

Eleomer

- Vamos. - Musit? el elfo escuetamente, y ambos comenzaron a avanzar lentamente en la direcci?n en la que la tormenta (y quiz?s algo mas) se hab?a tragado a su desafortunada mula.

Al irse cerrando poco a poco su mente mientras avanzaba con lentitud, detuvo su paso, bajo su mano en donde tenia la moneda y la guardo. Mientra acomodaba otra vez su arco en su hombro decia:

Mi buen clerigo. Por lo visto, en nuestra proximidad no hay criatura alguna, pero esto aun no me tranquiliza.

Mientras se acercaba a su maletin contiuno hablando.

Tenemos dos opciones: o seguimos caminando hasta el refugio mas cercano, o nos devolvemos a buscar la mula para ver si quedo algo de provisiones. No es que quiera ser descortez con aquel noble animal, pero pienso que es mejor la primera opcion, usted que me dice mi sacerdote.

Toma su maletin mientras piensa para si: "Me sorprende que tenga una mente tan fuerte".
 
Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:57

Antes de que el sacerdote pudiera responder, un sonido lleg? a ambos compa?eros por encima del aullido de la tormenta. Un h?medo ruido de masticaci?n, y el crujido de los huesos rotos, cuya procedencia parec?a estar a apenas unas yardas.

De repente, una s?bita r?faga de viento, aun mas fuerte que las dem?s, pareci? apartar por un instante la cortina de copos de nieve que hacia casi imposible ver nada mas all? de un par de pasos. A trav?s de la ventisca vislumbraron una gran silueta cuadr?peda de oscuro pelaje, con la cabeza inclinada y oculta por el enorme cuerpo.

"?Un oso?" pens? tr?mulamente Sarven.

Pero en ese momento, el enorme depredador alz? su testuz ensangrentada de los restos de lo que sin duda, era su mula, y clav? sus ojos en los dos compa?eros.

Unos ojos que brillaban como brasas ardientes.

FIN DEL INTERLUDIO

Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:56

Con celeridad, pero tambi?n con vigilante prudencia, Quall gui? a su fiel Dur?n camino arriba, preocupado por el posible fin de los dos viajeros a los cuales les acechaba un peligro que, seguramente, no pod?an ni sospechar.

Cita de: "Falquian"
De repente, por encima del bramar de la tormenta, pudieron escuchar claramente un sonido estrangulado y ag?nico, un relincho que al mismo tiempo era un estertor. Despues un bestial rugido y luego, de nuevo el silencio.
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« Respuesta #61 en: Julio 07, 2004, 11:31:53 am »
Muy bien, buen Pah...nuestro destino ruge como la tempestad...

El enano se descuelga del caballo, y hunde los pies hasta adoptar una posici?n equilibrada, mientras sus manos buscan el labrado mango de su hacha y la firme protecci?n del escudo.

?Te dicen algo los ?rboles, amigo mio?

Y Akaradrin vuelve a respirar hondo, intentando discernir el aliento del mal entre la pureza de la nieve.
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Pascual_Jesus

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« Respuesta #62 en: Julio 07, 2004, 01:16:34 pm »
Un rugido llena el silencio del bosque, el estertor de un animal de carga y luego el silencio.

Pah mira al enano, asintiendo.

- ?Lo has o?do? ?D?nde demonios est??

Durin corcovea, asustado por los sonidos, reconoce el ?ltimo resoplido de alguien no demasiado diferente a ?l.

Pah lo tranquiliza mientras observa en todas las direcciones, armando su hermoso y trabajado arco.

Lentamente, comienza a caminar en direcci?n al sonido, ya muerto y cubierto por el eterno susurrar de los ?rboles, azotados por la ventisca.
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Falquian

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« Respuesta #63 en: Julio 09, 2004, 02:09:50 pm »
Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:59

Cita de: "Falquian"
Un siniestro sonido lleg? a ambos compa?eros por encima del aullido de la tormenta. Un h?medo ruido de masticaci?n, y el crujido de los huesos rotos, cuya procedencia parec?a estar a apenas unas yardas.


Quall gir? la cabeza de inmediato hacia Akaradrim, pero su preocupaci?n aument? cuando percivi? la livedez del rostro del palad?n, como si su capacidad para sentir el mal hubiera tropezado con algo que parec?a superar el aparentemente inquebranteble entusiasmo del palad?n. Despues el enano apret? la mand?bula y empu?? con gesto hosco su hacha, y el druida lo imit? empu?ando su arco.
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« Respuesta #64 en: Julio 12, 2004, 02:14:54 pm »
Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:59:30

Cita de: "Falquian"
De repente, una s?bita r?faga de viento, aun mas fuerte que las dem?s, pareci? apartar por un instante la cortina de copos de nieve que hacia casi imposible ver nada mas all? de un par de pasos. A trav?s de la ventisca vislumbraron una gran silueta cuadr?peda de oscuro pelaje, con la cabeza inclinada y oculta por el enorme cuerpo. En ese momento, el enorme depredador alz? su testuz ensangrentada de los restos de lo que sin duda, era su mula, y clav? sus ojos en los dos compa?eros.

Unos ojos que brillaban como brasas ardientes.


Sarven y Eleomer contemplaron con los ojos abiertos como platos como la enorme criatura se alzaba sobre sus patas traseras y lanzaba un bramido ensordecedor. Sin duda era un oso... uno de enormes dimensiones. Sin embargo, las pupilas rojas destilaban un voraz apetito que dif?cilmente pod?a pertenecer a un simple animal.

En ese momento, un potente grito de guerra enano reson? por encima del silbido del viento. Aferrando una pesada hacha enana, un nuevo contendiente entr? en liza surgiendo de la tormenta. Volte? con habilidad su arma mientras se lanzaba contra el enorme ser y la incrust? en la pata de la criatura (-11 pvs), que lanz? un rugido de dolor.

Su dios hab?a mostrado a Akaradrim donde se encontraba el maligno ser cuyo rastro hab?an seguido y no necesit? nada mas para lanzarse a la acci?n. Con satisfacci?n, arranc? su arma de la bestia y se puso en guardia con el escudo en alto.

Aprovechando ese breve momento de respiro, Eleomer teji? s?mbolos arcanos en el aire con sus gr?ciles dedos mientras murmuraba las palabras del mejor conjuro protector que le quedaba. Al terminar de salmodiar, los copos de nieve comenzaron a rebotar frente a el, como si un escudo invisible le protegiera.

La bestia se gir?, alzando una enorme zarpa por encima de la cabeza del valiente Akaradrim. El enano torci? el gesto cuando calcul? los destrozos que pod?a causar en su armadura una garra mas grande que su cabeza.

Qual contempl? la escena desde unos pasos mas atr?s. A pesar de que la ventisca apenas le permit?a distinguir la silueta de la criatura, enseguida se dio cuanta de que no se trataba de un oso corriente. No solo por su tama?o, o por el brillo aciago de sus ojos, sino porque hab?a algo estremecedor en su forma de mirar, de moverse... como si una maligna inteligencia animara los movimientos de la criatura. Sin dudarlo tens? su arco y dispar? una flecha contra la mole que amenazaba a su compa?ero. Por desgracia, la nieve y la ventisca le imped?an ver con claridad a la criatura, y a pesar de que la flecha impacto sobre su lomo, no tuvo suficiente fuerza como para traspasar el pelaje que la cubr?a.

Por fin, el golpe del enorme oso lleg?, aporreando el escudo de Akaradrim y casi lanz?ndolo por los aires. El enano se tambale?, a punto de ser derribado. El segundo golpe apart? a un lado el abollado escudo, y unos dientes grandes como dagas se cerraron sobre el hombro del palad?n(-13 pvs), que lanz? un grito de dolor y apart? a la bestia con un porrazo del mango de su hacha.

Viendo en apuros al guerrero que valientemente hab?a acudido en su ayuda, Sarven termin? de pronunciar r?pidamente las palabras de su salmo, y pronto not? como Lathander le otorgaba nuevas fuerzas apara unirse a la batalla (+4 puntos a FUE).
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« Respuesta #65 en: Julio 14, 2004, 10:29:43 am »
Frontera de Amn, pasos monta?osos en alg?n punto entre Minanegra y Nashkell 17:59:40

Sin demorarse ni un instante, y antes de que las energ?as del lanzamiento de su anterior hechizo hubieran terminado de disiparse, Eleomer comenz? a murmurar otra vez mientras extra?a con presteza de su bolsa de componentes lo necesario para convocar de nuevo su magia. Mientras trazaba c?rculos en el aire con sus dedos, los diferentes elementos comenzaron a conformar una esfera de part?culas brillantes que no tard? en convertirse en una brillante bola de ardientes llamas que parec?an desafiar al fr?o y al hielo de la tormenta. Despu?s el elfo dorado hizo un gesto brusco con su mano, y la esfera llameante avanz? haciendo sisear la nieve hasta estrellarse contra un costado del enorme oso (-10 pv).

Uni?ndose al ataque de su compa?ero, Sarven se uni? al combate enarbolando su pesada maza. Las pesadas botas del sacerdote levantaron la nieve mientras cruzaba los pocos pasos que le separaban de la criatura. Con un silbido, el arma cruz? el aire hasta alcanzar el blanco, derramando sangre y haciendo crujir huesos (-8 pv).

Acosado por ambos flancos, el oso se revolvi? con furia, rugiendo con mas fuerza a?n. Alz? una de sus patas, tratando de aplastar al enano. Con un sonido estremecedor, las garras de la criatura rasgaron la armadura de Akaradrim, que aun no hab?a podido recuperarse del anterior impacto (-12 pv). El tremendo porrazo apart? a un lado al enano, permitiendo a la bestia descargar otro demoledor zarpazo contra Sarven. El impacto (-11 pv) estuvo a punto de despatarrar al valiente sacerdote, que solo gracias a sus renovadas fuerzas pudo aguantar en pie y bloquear con su escudo un mordisco que bien podr?a haberle arrancado el yelmo con la cabeza dentro.

Viendo al enano tambaleante, Pah Quall abandon? la idea de mantenerse a distancia, acerc?ndose a la espalda del palad?n y entonando una plegaria a Mielikki. Una luz brillante surgi? de los dedos del druida, cerrando algunas de las heridas mas graves de su compa?ero (+11 pvs).

Por su parte Akaradrim agit? la cabeza para salir de su aturdimiento y clav? en la criatura una mirada cargada de ira. Con el ce?o fruncido en una expresi?n implacable, decidi? hacer probar a la bestia el poder de su dios.

- ?Moradiiiiiiiin! - Grit? mientras alzaba su hacha. La hoja cuidadosamente labrada relampague? como si un rayo de la tormenta que los rodeaba hubiera lamido su filo. Con un brutal golpe, el palad?n estrell? su arma contra el grueso cr?neo de la bestia que, con una lluvia de chispas y un siniestro crugido, se parti? por la mitad como un mel?n maduro (-16 pv).

El enorme cuerpo peludo se estremeci? un instante, y a continuaci?n se  desplom? pesadamente en la nieve.
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Akaradrin

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« Respuesta #66 en: Julio 14, 2004, 11:33:47 am »
El joven enano salta a un lado intentando evitar que la bestia le aplaste. A continuaci?n, mira con curiosidad y gratitud a los hombres desconocidos que le han ayudado en la batalla y se deja caer con agotamiento, usando su trabajada herramienta de batalla como un improvisado bast?n, mientras empieza a ser consciente de la quemaz?n del dolor en su hombro y de la sangre que salpica el suelo (en parte suya).

???Si!!! ???Buena pelea!!! ???Empezaba a entumecerme con tanto fr?o!!! Y por el Forjador y por la sonrisa de Clangeddin, muchas gracias, compa?ero. -hablando a Pah- Nunca oir?s decir a este enano que desea tenerte lejos en la batalla.

Akaradrin se gira hacia los otros hombres.

Una batalla m?s para contar a los j?venes, ?verdad?. Me llamo Akaradrin K?lenbier, campe?n de Moradin, y orgulloso enano del sur; mi compa?ero es Pah, aquel que baila con los elementos y susurra a los animales, aunque estoy seguro de que disfrutar? present?ndose ?l mismo y me ahorrar? inventarme cosas sobre temas que no conozco. (Gui?o a Pah, tos, voz cansada) Buscamos llegar al otro lado de las monta?as para parar los pies a un hijo del Tuerto que aterroriza la zona, al tiempo que seguimos el rastro a unos hombres que llevan el mismo camino que nosotros. Pero creo que los hemos encontrado, ?me equivoco?. El enano, tras ofrecer una sonrisa amistosa, mira las heridas que ha recibido uno de los hombres. ?Puedo ayudaros? Pareceis malherido.
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Pascual_Jesus

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« Respuesta #67 en: Julio 14, 2004, 05:33:13 pm »
El oso se convulsion? un instante antes de que la vida lo abandonara.

Pah suspir? un momento, tranquilo al ver que el enano era tan duro como aparentaba.

Mir? a los desconocidos mientras los saludaba con una reverencia, pero no dijo m?s, simplemente se arrodill? junto al enorme cadaver y enton? una plegaria.

- Oso. Tu vida ha sida segada, incorporada al eterno ciclo de decrepitud y renacimiento, vida y muerte. Que tu alma encuentre el camino hacia los Reinos que te son afines, bajo el auspicio de Aquel que os cuida. Descansa en paz, Oso.

Dicho eso, se incorpor? y arranc? la flecha de su costado, guard?ndola de nuevo en su carcaj tras limpiarla en la nieve. Y se dispuso a examinar el cad?ver, intentando encontrar se?ales de lo que empuj? al Oso a ese frenes? asesino, o cualquier informaci?n importante.

Mientras tanto, el Palad?n segu?a charlando con los desconocidos.
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polux

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« Respuesta #68 en: Julio 14, 2004, 06:08:21 pm »
Eleomer el Adivinador.

Tan rapido sucedieron las cosas que solo despues de haber lanzado su esfera de fuego pudo presenciar que no solo estaba Sarven frente a la bestia, sino ahora veia a un enano y a un humano? elfo? La Nieve no le permitia ver bien. "No, no parecen ser los vandidos.."

Contemplo como el hacha del Enano termino por tumbar a la bestia, asi qeu desvio rapidamente la esfera hacia la tormenta dejando fuera de peligro a los reunidos alli, hasta hacerla desaparecer.

Al oir las palabras del Enano, se acerc?, ya mas calmado.

Os agradesco las intenciones que los hicieron pasar por estos caminos, y debo agradecer por su aparicion justo en el momento preciso. Mi nombre es Eleomer y ?l es mi compa?ero de viajes Sarven.

Hace una reverencia ante Akaradrim.

Solo estabamos de camino hacia el pueblo de Nashkel cuando nos sorprendio esta bestia. Por lo visto, tambien acab? con nuestra mula.
 Mientras decia esas palabras observaba a Pah. "Y que esta haciendo este otro". penso para si.
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Pascual_Jesus

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« Respuesta #69 en: Julio 14, 2004, 08:11:34 pm »
- En cuanto lleguen los dem?s nos movemos. La sangre del oso no tardar? en atraer a todos los lobos de esta zona,o quiz? cosas peores. Alcanzaremos el refugio y luego nos contar?is lo que sepais sobre la bestia, y si es posible que haya otras. Nunca hab?a visto a un oso as?...

Pah continu? analizando los restos del oso, incluso lo raj? para ver qu? es lo que hab?a comido, ante la estupefacta mirada de su compa?ero y de los otros.

S?lo se detuvo un momento para silbar a Durin, que se acerc? obediente, piafando nervioso, qued?ndose a unos metros de animal ca?do.

-?D?nde est?s, mi buen amigo Pluma Veloz?- pensaba el semielfo mientras segu?a en su an?lisis.
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Sarven

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« Respuesta #70 en: Julio 15, 2004, 08:00:48 pm »
Sarven permaneci? encorvado con las manos sobre sus rodillas flexionadas tratando trabajosamente tomar aire y tragar saliva. Pese a que hab?an pasado varios minutos, a?n se encontraba conmocionado por el fren?tico vaiv?n del combate y el doloroso zarpazo que la siniestra bestia le hab?a propinado en el pecho. La herida comenzaba a palpitarle y a abrasarle, as? que haciendo acopio de energ?as decidi? hacer algo antes de que pasasen m?s minutos bajo la nieve.

Mir? con curiosidad a aquellos hombres que hab?an combatido a su lado, acudiendo en su ayuda sin de momento pedir nada a cambio. Ahora que se fijaba, ni siquiera eran del pueblo de los hombres. Aqu?l de voz ruda y poblada barba no levantaba muchos palmos del suelo, sin embargo era mas ancho de hombros que el propio cl?rigo. Se alegr? de ver a un enano, puesto que era un pueblo en decadencia en todo el Norte, y sin duda era un privilegio haber presenciado de primera mano la vitalidad y capacidad de trabajo que hac?an legendaria a esa raza. Sin duda, cavil? Sarven, se trataba de la estirpe de los Escudo a juzgar por sus rasgos, y posiblemente fuese un miembro destacado de la Iglesia enana, como proclamaba el blas?n de Moradin de su escudo y casco.

El otro individuo parec?a a simple vista un hombre de peque?a estatura, sin embargo hab?a algo en sus gestos, en su forma de expresarse y en su mirada que a Sarven le recordaba a su compa?ero Eleomer. No se trataba de un elfo puesto que no era tan liviano y peque?o como aquellos, posiblemente fuese un bastardo, un medio elfo. "Su sangre est? mezclada, en absoluto habr? sido f?cil su vida", dijo Sarven para s? mismo. Parec?a que hab?a adoptado las costumbres de los elfos del bosque, y arrodillado junto a la bestia a Sarven le pareci? que el semi-elfo era otro tipo de animal, inteligente y capaz, pero animal al f?n y al cabo. Esta apreciaci?n fue suficiente para que el bastardo inspirase un profundo respeto a Sarven.

Al instante descart? que se la pareja se tratase de algunos de los sicarios hijos de osgo que les hab?an atacado en Azhkatla. Pese al nerviosismo del combate que a?n le atenazaba, y la verguenza y el complejo que le acompa?aban a todas partes, decidi? salir de un segundo plano e implicarse en la conversaci?n que se estaba llevando a cabo. Cuando se hizo un inc?modo silencio, record? las normas de cortes?a que tantos sacerdotes le hab?an ense?ado durante tantos a?os y pronunci? vacilante unas inc?modas palabras:

-En nombre de la Iglesia del Lord de la Ma?ana y en mi propio nombre yo tambi?n les agradezco su repentina y acertada aparici?n, seguramente sin su ayuda ser?amos ahora la cena del animal. No duden de que cuando est? de regreso en Aguas Profundas me encargar? personalmente que sus nombres figuren en el libro de Gracias de Lazhander. Si ?sted dice que hay lobos - dijo levantando la vista de la nieve hacia el que llamaban Pah - yo le creo; recuerdo la ubicaci?n de un refugio a unas dos horas de camino, si les parece bien podr?amos movernos hasta all?. - subitamente se puso la mano en la herida del pecho y not? su escozor - Si alguno de ustedes est? herido, o si lo est?n sus amigos que vienen en camino, quiz? yo pueda hacer algo.

Rojo de verguenza, volvi? a retirarse tras Eleomer y esper? pacientemente a que alguien se ofreciese a ser sanado. Luego le tocar?a el turno a su fea y sangrante herida...
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Jurgen Heindall

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« Respuesta #71 en: Julio 15, 2004, 08:48:17 pm »
Camino Monta?oso. 18:01
Earhum, el explorador (y algo desconfiado viajero) de la Marca Arg?ntea.


Nieve en sus ojos, aire helado en su nariz, escarcha en su garganta y seguramente hielo en sus pulmones, por la desagradable sensaci?n que comenzaba a nacer en ellos. A pesar de todo ello segu?a corriendo. El b?rbaro se hab?a separado de ?l poco a poco. La verdad, aunque hubiera podido ir m?s r?pido no lo hubiera hecho. Le ten?a aprecio a la vida y caer por un precipicio no entraba dentro de sus actividades favoritas.

Dej? de correr cuando un sonido, claramente una voz articulada, lleg? a sus oidos. Avanz? con m?s cautela, poniendo una flecha en su arco y pudo ver a dos extra?os, adem?s del cadaver de una bestia enorme. Pah y Akaradrin estaban all? con ellos. No pod?a oir lo que dec?an, la tormenta parec?a tener hambre por la manera en que rug?a. Sin embargo... decidi? esperar un minuto all?, a distancia de flecha pero lejos de sus ojos. Nunca se sab?a qu? pod?a ocurrir con los desconocidos. Ser?an realmente un asesino y un gordo mercader? M?s bien le parec?an dos aventureros pero ya lo comprobar?a m?s tarde... a todo esto, d?nde se hab?a metido Hijogusano?
--------------------------------------------------------------------------------------
Ahhh, las bellas tierras del norte. Te he contado ya c?mo es mi bonita ciudad?, y las bellas chicas que en ella habitan?  :roll:
« Última modificación: Enero 01, 1970, 01:00:00 am por Jurgen Heindall »
Te juzgaré porque tal es mi derecho de Príncipe, de Sangre y de Poder, pequeña sanguijuela desagradecida.

Akaradrin

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« Respuesta #72 en: Julio 19, 2004, 01:48:44 pm »
Akaradrin se echa a reir a carcajadas tras ofrecer curaci?n al sacerdote herido, casi al mismo tiempo que ?l la ofrec?a al resto del grupo.

Sin duda vuestra Tymora de las fortunas est? abrazando con calidez ?ste momento. Permitidme pues, como gesto de gratitud y mientras esperamos a nuestro explorador (que seguro es capaz de sacarnos de aqu? mucho mejor que servidor), que sea yo quien cierre los cortes de vuestro pecho.

El enano da un par de amistosas palmadas en el brazo del sacerdote, y a continuaci?n, concentra su mente en su propia fe en los ideales de la bondad, la esperanza y la vida, con la esperanza plena de que se obre el milagro que cierra las heridas, mientras coloca ambas manos sobre el pecho del sacerdote.

Relajaos, en un instante os sentireis mucho mejor...

El enano observa el s?mbolo que cuelga del cuello del sacerdote.

Y ser? un placer escuchar de los milagros de vuestro madrugador patr?n durante la espera y el resto del viaje -que no dudeis que ser? a nuestro lado-
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Hijogusano

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« Respuesta #73 en: Julio 20, 2004, 11:42:34 am »
Lugar lleno de nieve y m?s nieve, 18:02
Por mis ancestros, como alguien vuelva a decirme que la nieve es como arena que moja le arranco las pelotas a mordiscos...

En esos alegres pensamientos se encontraba Hijogusano cuando lleg? a la posici?n de Earhum el explorador que habitualmente sufr?a diversos cambios de humor. Parec?a estar atento a lo que hac?an unas figuras a lo lejos. La condenada tormenta invitaba a usar m?s la imaginaci?n que la vista, pero en medio de los copos infernales le pareci? ver la figura del gran caballo que acompa?aba el druida (por alg?n motivo a menudo insist?a en que no era su caballo).

La nieve era traicionera, la condenada Auril no tra?a m?s que desgracias a la gente. Si no los helaba de fr?o, tapaba los pozos con un manto blanco para que cualquier aventurero cayera en ellos. Precisamente eso era lo que hab?a ocurrido. Gracias a su movimiento m?s r?pido, uno de los beneficios de la pr?ctica de corretear (habitualmente hacia el combate) de un lado a otro, Hijogusano hab?a conseguido adelantarse ligeramente a Earhum, esperando poder destripar al asesino o al gordo mercader... en esos momentos no recordaba si eran malvados a los que hab?a que capturar (vivos o muertos) o si iba en esa direcci?n por alguna otra raz?n.

A pesar de la ventaja de la velocidad, el estilo de vida que Hijogusano hab?a adoptado ten?a otros inconvenientes como pod?an ser una ligera dificultad para hilar pensamientos coherentes en medio de un combate.

Por suerte, la ca?da en el pozo no le hab?a causado da?os (excepto en su orgullo b?rbaro) pero la misma nieve que hab?a amortiguado su descenso hab?a sido un problema a la hora de escapar. Emulando a los escarabajos del desierto hab?a conseguido cavar hacia la superficie antes de asfixiarse, pero parec?a que se hab?a perdido toda la acci?n.

Refunfu?ando en el vol?men m?s bajo que pod?a, se mantuvo alerta vigilando el grupo de figuras borrosas entre las que supon?a que se encontraban su amigo el palad?n de cuidada barba y el druida extra?o... adem?s del mercader gordo y sus secuaces.

La rabia tendr?a que esperar hasta enterarse de lo que estaba ocurriendo, as? que Hijogusano prefiri? confiar en los m?s afilados sentidos de su compa?ero explorador antes de decidirse a cargar contra alguien.
« Última modificación: Enero 01, 1970, 01:00:00 am por Hijogusano »
S?lo hablo dos idiomas. Normal y con tacos

polux

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« Respuesta #74 en: Julio 20, 2004, 07:52:07 pm »
Eleomer el Adivinador

"hmmm... por lo visto mi buen Sarven encontro a alguien que hablara su mismo idioma, a pesar de ser un enano, por lo visto se llevaran bien.  ?no piensas lo mismo mi amigo?"
Para Eleomer, ahora respirando un poco mas tranquilo recordo en la situacion que aun se encontraba.
Disculparme mis buen sacerdote y mis bien hayados salvadores, pero no encuentro apropiado que nos quedemos aqui conversando en medio de esta tormenta y a punto de oscurecerse, si ya os sentis mejor y habeis..  uhm.. visto las entra?as de esa bestia, ?que os parece que continuemos la marcha hasta el refugio mas cercano?
« Última modificación: Enero 01, 1970, 01:00:00 am por polux »