Campamento a los pies del Castillo Ravenloft. Barovia 760CB Tercer día de Noiembrie[/u]
Los pies de Marietta trenzaban arabescos en el suelo de campamento mientras danzaba al ritmo del violín de Andrei, en derredor del fuego, cuya música, alegre y vivaz, arrancada del instrumento envolvía a los espectadores como un hechizo de ilusiones y esperanzas prometiendo un alivio a los terrores de la noche.
Giorgios y
vistanas admiraban la precisión y soltura con la que Marietta interpretaba con sus giros, quiebros y volatines cada nota y acorde tañidos por el violín. Cerca de ellos, un pequeño grupo de mujeres cocinaba en un fuego más pequeño, un guiso de delicioso olor marinado que poco a poco iba impregnando el ambiente del lugar extendiéndose entre el círculo de coloridos
vardos que formaban el campamento.
De entre todos estos
vardos, destaca uno de ellos pero no por ser el más colorido, o el más hermoso, ni siquiera por ser el más grande, no, destaca porque parece estar imbuido de una cualidad sombría, de un cierto estancamiento como si todo estuviese pasando a su alrededor y él solo se limitase a observar con sus ventanas abiertas como ojos insomnes.
A traves de una de estas ventanas, se podía ver el espacioso interior en el se mezclaban todo tipo de cachivaches, libros y recuerdos variados sin que se pudiera discernir un orden que los completase. Al fondo del
vardo separada del resto por una cortina morada, había una mesa y dos sillas.
Sentada en una de ellas y con la única iluminación de un vieja lámpara de aceite, una anciana vistana contemplaba las cartas desplegadas encima de la mesa formando la Gran Rueda.
-
Cinco, si, pero ¿que cinco?...Agotado defensor de la naturaleza, domador del fuego y la venganza, el incompleto atormentado, honor del relámpago y sombra dividida…Les atacarán con miedo, odio y poder, pero ¿resistirán?...Las cartas no son claras y lo único que se ve al final es el rojo de la túnica de…-pensó cuando, de repente, una sombra se filtró por la ventana convirtiéndose en un hombre.
-
¡Mi señor Strahd!-exclamó la anciana mientras con una sonrisa amarga añadía-
Me alegro de veros tan pronto en mi casa. ¿Qué deseáis de esta pobre y débil anciana?-
-
¿Débil?-replicó el hombre mientras se sentaba en la otra silla-
Permitid que os diga madame Eva que vos no sois precisamente ni débil ni pobre y desde luego que no os alegráis de vermeMadame Eva contempló al visitante igual que había hecho hace ya muchos años, cuando Barovia estaba sola en el mundo y los vistanis llegaron por primera vez al mundo, no viendo ningún cambio: alto, de facciones duras y cinceladas, boca cruel, vestimenta elegante y manos delicadas pero con los callos típicos de quién ha manejado mucho la espada.
No, el conde Strahd von Zarovich, señor de Barovía , no había cambiado en absoluto.
-
En cuanto a lo que quiero-dijo el conde-
es sencillo: todo lo que sepáis sobre Tovag-
¿Todo, mi señor? ¿Desde el principio cuando gobernaba Kas o cuando desapareció el antiguo lich Vecna?-replicó la anciana con una sonrisa malévola, y añadió-
¿O solo deseáis saber desde que los rumores la sitúan en Darkon?Los ojos del conde centellearon al escuchar el nombre de Darkon, y una mueca dejo al descubierto los afilados colmillos de su boca.
-
Si pretendéis seguir con vuestros jueguecitos de salón y provocarme con una referencia a ese, creo que os conviene recordar nuestro acuerdo: información a cambio de vuestras vidas. No os conviene que me enfade-dijo el conde
-
Tranquilizaos mi señor. No era mi intención ofenderos, ni violar nuestro acuerdo-dijo la anciana muy asustada-
Os diré todo lo que se sobre Tovag, pero no os va a gustar lo que vais a oír y quizás lo que nos han dicho solo sea un relato miedoso-
Eso seré yo quién lo juzgue, madame Eva. Y ahora empezad con vuestro relato, ya que mi paciencia es limitada-
-
Como queráis, mi señor. Mi relato comienza durante la cuarta noche de mai-
Y señaló una carta de encima de la mesa: una luna llena…
-------------------------------------------------------------------------------------
Bosques al noroeste de los Valles. 1376 CV. 17 de Mazho. AnocheciendoLa luna llena empezaba a asomar tímidamente sobre el cielo de Faerun derramando su luz sobre los bosques cercanos a las Montañas de la Boca del Desierto e iluminando cada rincón de los mismos.
Pequeños animales salían de sus madrigueras para comer insectos y bayas, mientras depredadores más grandes aprovechaban para cazar a estos mismos.
El tiempo era bastante frío y una fina capa de helada agua empezaba a formarse sobre cada superficie desprotegida, convirtiendo los caminos en pistas de deslizamiento.
En algunos puntos, las fogatas de los bandidos o de los viajeros destacaban como estrellas terrestres en un cielo verde oscuro, y en las soledades interiores del bosque, sombras furtivas se deslizaban lejos de los rayos de la luna hacia sus negocios iniciados o inacabados, antes de que la odiosa luz del día las enviase a sus refugios.
Pero de lo que ninguno de ellos se apercibió era de cómo una extraña y fina niebla iba expandiéndose por el bosque desde un viejo monolito cubierto de hiedra que alguna antigua civilización ya olvidada había erigido en el bosque y como esta niebla iba tocando con húmedas manos cada árbol, hierba o bestia en su camino.
Parecía como si, animada por una inteligencia o instinto, la niebla buscase algo…o a alguien y tuviese que comprobar, vía tacto, la identidad de cada cosa. Solo tenía que esperar.
Un grupo de cinco aventureros empezó a llegar por uno de los caminos. Entonaban una vieja canción de marcha, una ayuda para el caminar por las soledades del campo y una advertencia a los peligro potenciales de que no tenía miedo a nada y que se podrían enfrentar a cualquiera.
Uno de ellos se detuvo, y con la ayuda de la luz de la luna, examinó un viejo mapa. Mirando en derredor suyo, señaló hacía lo que parecía un viejo monolito cubierto de hiedra mas adelante en el sendero e hizo a sus compañeros la señal de continuar.
La espera había acabado…