Selva de Itzi, costa noroccidental de Xiappv, 26 de julio de 957 DC, Atardeciendo.
Los dos extraños individuos y Kadar llegan a una playa que se encuentra a unos treinta metros más al sur del campamento que había montado éste en el transcurso del día. Al llegar a la playa, el sujeto de nívea piel se aleja unos metros de Kadar y de su compañero para contemplar en el horizonte la puesta de sol, la cual estaba siendo interrumpida por nubes pasajeras de tonalidades violáceas y rojizas que obscurecían a momentos los cielos. Las estrellas comenzaban a ser visibles al ojo humano.
Antorcha perpetua, no serás obscurecida por pasajeras nubes. Tu poder se prologará en aquellos que cultivan tu enseñanza ígnea.
Mientras el extraño sujeto de ropajes negros profería esto, Kadar dejaba su mochila sobre la blanda arena. Se equipa con un yelmo de diseño estigio y empuña un gran mandoble de igual procedencia, que agita en el aire para ejercitar algunos movimientos. El sujeto de tez blanca dirige su voz a Kadar, aunque sin voltearse ni mirarlo, y le dice: ¡Prepárate, que no seré condescendiente! El iris rojizo de sus ojos se iluminaba con los tenues rayos del atardecer. De pronto, el aire se rarifica en torno a éste, tornándose denso; Sin embargo, a cinco metros de él, Kadar no lo nota.
El tipo con aspecto de felino aún porta en la mano el sable y su rostro sigue expresando preocupación. Parecía como si supiese de antemano los acontecimientos que acaecerían.
De un instante a otro, Kadar se abalanza con un rápido movimiento sobre su adversario, quien aún permanecía de espaldas a él. Lanza un potente golpe ascendente con su mandoble, deslizando el filo de su espada por la arena, la cual era desplazada hacia los aires sin oponer resistencia alguna. A pesar de la prodigiosa maniobra, Kadar no pudo asestar en su oponente, tal vez por alguna especie de milagro, ya que éste no se movió un ápice de su lugar. Desde su posición el extraño sujeto le dice: Una jugada sucia por la espalda. Aquel no tarda en responder: Tú dijiste que me preparara, tómalo como un saludo -sonríe Kadar de forma irónica.
El sujeto de inmaculada piel y oscuro cabello gira con una velocidad inusitada, sorprendiendo a Kadar. En ese momento, brota de sus blanquecinas manos una llamarada que, aunque débil, alcanza a herir levemente al imponente hombre. Kadar nunca había visto semejante artilugio, sin embargo permanecía frío y atento al combate: ¿Qué pasó con lo de “jugadas sucias”? Dice esto mientras sacude sus brazos y su torso. El desconocido sujeto le responde: ¿Jugadas sucias? Pues será una de frente.
Dicho aquello, Kadar se dirige vertiginosamente hacia él con la clara intención de propinarle un golpe con el mandoble. Nueva y sorprendentemente el arma no puede siquiera tocarlo, chocando ¡con el aire! La expresión de Kadar era de una inusitada sorpresa, ¿podía acaso estar pasando eso? El extraño tipo se prepara moviendo sus brazos y sus manos como si quisiera ejecutar una maniobra, sin embargo, nada ocurre. En su rostro se observa muy sutilmente una expresión de frustración y exclama en voz baja: ¡Maldición! Acto seguido, vuelve a intentar la maniobra moviendo con gran destreza sus brazos y sus manos: brota esta vez fuego de ellas, y una llamarada algo mayor que la anterior se cierne sobre Kadar, hiriéndole. En el interior de su yelmo y de su coraza, Kadar podía sentir como la piel ardía como brasa. El blanquecino humanoide le dice: ¿Qué pasa? ¡A combatir!
Kadar advierte lo adverso de la situación y extendiendo su brazo derecho, abre la mano y exclama: Veo que tienes buenos trucos.... Creo que es hora de que nos pongamos algo más serios. El desconocido de ropajes negros lo mira con extrañeza, pero en actitud de espera: parecía esperar algún movimiento extraordinario. Fue entonces cuando algo con forma de bala emerge de la palma de la mano de aquel fornido hombre, proyectándose en dirección al sujeto de rutilantes ojos rojizos. La expresión de este último permuta a asombro cuando aquello ocurre, y en una veloz maniobra extiende sus brazos… la bala, que efectivamente era una, choca en ‘algo’, como si de una barrera invisible se tratase, enterrándose en la arena con inusitada violencia. Ni el sujeto de tez blanca ni su compañero podían creer lo que había sucedido, sus caras reflejaban el asombro de un acontecimiento insólito. Brillaban los ojos del adversario de Kadar, como si la excitación se hubiese apoderado de él.
Sin perder el tiempo en cavilaciones sobre aquel derroche asombroso pero inútil, Kadar detiene un ataque de su poderoso rival: sentía en cada fibra de su cuerpo que estaba siendo protagonista de un combate sin parangón. Su adversario ya había desenfundado una espada de considerables dimensiones, de tonalidad plateada con matices caoba, un espada singular sin lugar a dudas. En ese momento, el blanquecino sujeto realiza una maniobra con aquella magistral arma, que es detenida asombrosamente con el antebrazo derecho de Kadar.
Acto seguido, Kadar reacciona extraordinariamente: en fracción de segundos logra ver un punto ciego en su defensa, y aplica un movimiento con el cual empuja a su rival, balanceando el peso de su cuerpo hacia delante con el colosal mandoble. El golpe propinado por Kadar hace que su contrincante caiga ferozmente en la arena.
A unos metros del combate, el sujeto con aspecto de felino mueve impacientemente el sable, así como también su extraña cola. Está de pie, y con una aturdida expresión contempla la pelea. Mira a ratos hacia la selva, aunque su actitud no es de huida, tal vez de espera.
Kadar se encontraba de pie junto a su rival caído. Su mandoble era mecido por su mano, cual balanza que determinaría el destino de los eventos. Con ambos brazos blande la espada para asestar el golpe de gracia, mas la habilidad de su oponente le permite en un abrir y cerrar de ojos cubrirse con la espada que todavía sostenía en su mano. Aún derribado, no parece rendirse: en sus ojos se divisa la férrea convicción de un guerrero que no se daría por vencido.
Kadar intenta asestar un golpe más, que el extraño sujeto evita desplazando su cuerpo sobre la arena. Nuevamente lanza su brutal espada, la cual logra herir el rostro níveo de aquel tipo. Inmediatamente el rostro empieza a generar una extraña reacción, dejando una herida horrible en la carne. Los ojos del blanquecino humanoide estallan como dos llamas, y en un santiamén se incorpora y asesta un increíble golpe ascendente y cruzado con su espada.
Tal fue la fuerza de aquel impacto, que logra atravesar la reluciente armadura estigiana de Kadar, haciendo volar pedazos de ella por los aires. Kadar se resintió: esta vez había sido herido en el abdomen. Mira la hendidura en su armadura y observa como la sangre brota por la herida; a pesar de ello, su actitud impetuosa y su brío aún lo mantienen en el combate.
¡No sigas, ya no tiene caso! -dice el desconocido sujeto. Kadar empuña su mandoble con ambas manos en posición de combate.
El cielo da paso progresivamente a una noche estrellada, la luz del sol se hace cada vez más débil.
El blanquecino sujeto atisba un golpe descendente con su poderosa espada, un golpe que a todas luces era mortal: sin embargo, y con una determinación infalible, Kadar bloquea el impacto nuevamente con su brazo derecho, protegiéndose de una muerte segura. El impacto logra dar igualmente en Kadar, quien se resiente del golpe. ¡Es increíble que aun tengas fuerzas para resistir! No te preocupes, esto acabará pronto. -dice el desconocido sujeto.
Como si leyera los movimientos de Kadar, el sujeto de tez blanca impacta nuevamente con su espada. ¡Ríndete! -exclama. Si no te rindes ahora, quedarás agonizando con el siguiente golpe. Kadar mira hacia el sujeto con aspecto de felino, quien mueve la cabeza como indicando que no debe continuar luchando.
Kadar detiene sus acciones y clava la colosal espada estigia en la arena para apoyarse en ella. Permanece un rato en esa posición y comienza a reírse a carcajadas, sonríe finalmente y dice: Bien, lo admito, eres más fuerte que yo… Pero, soy un mal perdedor, así que ten por seguro que te retaré nuevamente, luego de que cumplamos tu “misión”. Acto seguido, Kadar recoge todo los pedazos de armadura repartidos en el suelo y la bala de hierro que se encontraba incrustada en la arena.
Luego de eso, el sujeto de piel blanca se reúne con su compañero y le dice algunas cosas, en tanto Kadar se sienta contra su mochila, retira su yelmo y la armadura y revisa sus heridas: contusiones varias, un corte en la región abdominal, además de algunas quemaduras en la cara por el abrasivo calor del yelmo en contacto con el fuego. Venda la herida abdominal con un trozo de su capa, apretando los dientes en el momento que oprime la carne.
Kadar se dirige posteriormente hacia donde se encuentran los dos sujetos y le dice al tipo de rostro blanco en un tono serio, lo siguiente: Después de esta lucha podrías decirme al menos tu nombre, ya que seremos compañeros después de todo. Después de oírlo, el extraño individuo se ríe y señala: Jajaja, está bien. Su compañero le replica -Pero… -¡A callar! -le responde aquel. Dirigiéndose a Kadar, manifiesta lo siguiente: detuviste dos de mis mejores golpes efectuados con esta poderosa espada sólo con tu brazo y lograste hacerme esto en el rostro -apuntando la herida grosera que tenía en su cara- Me dejó impresionado además aquel proyectil que salió de la palma de tu mano… Pues bien, te diré mi nombre si me revelas qué hiciste para detener aquellos golpes, y además, hacer aparecer una bala de tu mano. Mientras dice esto, y luciendo una artero gesto en su herido rostro, ríe nuevamente. De acuerdo -dice Kadar-, pero sólo te lo diré a ti… te invito a la pequeña nave que se encuentra un poco más allá. -Kadar señala la dirección.
El individuo de nívea piel mira a su compañero con fulgurantes ojos y con una temible expresión le dice: Quédate aquí hasta que yo vuelva. Su compañero sin responder y con una mirada solícita y dócil se sienta sobre la arena. Aquel sujeto y Kadar se marchan caminando por la playa en dirección norte.
En tanto, la oscuridad se va apoderando completamente del lugar, mientras el sonido de las olas del mar colma el silencio de la noche.