Bueno, siendo mi turno haré mis movimientos. Lógico, verdad?
Lo primero es lo primero, cartas y fichitas de maldiciones o como se quieran llamar. Tres jugadores, ni dos ni cuatro, eso significa que robaré tres fichas calaverísticas a ver si les encuentro alguna utilidad mientras escucho las musiquitas épicas de Piratas del Caribe. Y de paso, un par de cartitas de señor magnánimo.
Al inicio de mi turno (después de lo de las fichas, claro) estoy así:
Descarto la ráfaga de viento que me proporciona un par de maldiciones y la dichosa puerta explosiva que nunca me acuerdo de utilizar. Hace pupita, pero tampoco es para tanto. Eso significa 3 amenazas malditas más para un total de 15 fichitas antes de mover nada. Hay que ahorrar, poquito a poquito.
Mientras los malvados invasores atizan al perrito y al adiestrador, parece haber entrado alguien más en la cueva. Probablemente buscando la ayuda del bienhechor gigante, el amigo de todos. Los intrusos avanzan tranquilamente hablando del triunfo de la selección española en la Eurocopa cuando se encuentran con los otros intrusos.
Uséase, uso la carta de... ¡¡Patrulla de Esqueletooooooos!! Tres pringaos calvos aparecen fuera de la línea de visión de los inconscientes héroes dispuestos a zurrarles.
Bueno, dos salen de la zona de entrada y otro de las misteriosas sombras. En los ojos de uno de ellos se ve el brillo de maldad. Iba con Portugal y se quedó fuera de la eurocopa muy pronto. Se le ve la inmortalidad en los huesos amarillentos. Vienen dispuestos a cebarse en el dinosaurio más débil del grupo. Sacan sus arcos óseos (probablemente hechos con las costillas de algún pariente cercano) y disparan.
El que estaba más cerca, desde ahora llamado Señor Rosa, dispara bastante eficientemente. El movimiento completo es el siguiente: aparece pegado a la puerta en la zona más hacia el este. Sur, sureste, disparo a Ispher, Noroeste, Noroeste.
El resultado del ataque es... terrible, tira dos miserables dados, uno azul y otro verde. Pero sale un buen tiro. Cuatro niveles de daño. El alcance es suficiente. Vaya, hombre, Ispher no lleva casi armadura. Es realmente valeroso o tarado. Las encuestas apuntan hacia lo segundo, pero creo que es por ese pico raro que tiene. Eso significa que se come tres niveles así como quien no quiere la cosa. Ñam, ñam. Sangra profusamente su sangre dinosaurica mientras el hueso afilado penetra en su carne. Eso duele... y no ha terminado.
Sus otros amigos avanzan con cara de felicidad sonriente (lógico). Primero el muchacho feliz, el señor gusanito. Avanza todo lo que puede como poseído por la locura, y dispara su arco, herencia de un tío abuelo. Noreste, Este, Este, Este, Disparo, Suroeste para alejarse del peligro. El tiro llega lejos, pero es un poco cutre. Cualquier otro se reiría del peligro, pero no Ispher, que casi no lleva armadura y se come un puntito de daño. Menos da una piedra. Ya van cuatro.
Y ahora sí, el inmortal señor Mariano avanza con paso firme casteñeteando los dientes como no podría hacer de otra forma. Levanta su arco reforzado y dispara con todas sus ganas al monstruo de tiempos remotos que invade la casa de su amigo Narthak.
Vaya, por poco el señor Mariano se queda corto. Tiene que utilizar el resultado del dado negro para conseguir más alcance. Por suerte, los esqueletos líderes tienen por el morro un +2 al alcance, con lo que el tiro llega por los pelos. El resultado es un daño meritorio, 4 puntos (aunque podrían haber sido 5). Sumado a los 4 anteriores... ñaca, por poco. Cagüennnn... ya tenía al monstruo casi muerto si hubiera contado bien. Malvada distancia lejana. El total es sólo 9 puntos de daño. Está a un paso de la muerte exagerando un poco. Algo me dice que no va a sobrevivir a este turno si los amigos del este hacien bien su trabajo.
Por hoy eso será todo. Mañana, si tengo tiempo, publicaré el resto del turno. La anunciada muerte de Ispher, el aliento ígneo de los perros a plena potencia y el saludo del esqueleto de la puerta.
La imagen de los resultados: