Boston. Copley Square, en una farmacia. 21:35
Se?ores, creo que es hora de que me cuenten una bonita historia. A ser posible una en la que nuestro buen amigo Norman sea uno de los protagonistas. Agradecer?a que fuera ya mismo.
Clarence Hemingway mir? al periodista con suma tristeza, y el ce?o fruncido en un vano intento por saber si pod?a confiar en ?l, y pregunt?ndose si se sentir?a capaz de proporcionarle una informaci?n que, no ten?a ninguna duda, acabar?a por destrozar su vida.
- No se ofenda, se?or Wood, pero es usted el que ha tra?do a un hombre herido por arma de fuego a mi farmacia, por m?s que sea ?l el que le ha dado la direcci?n - el tono del anciano era sosegado y conciliador-.
Dejemos a Norman en la cama, ahora necesita descansar. Mientras tanto bajemos a la farmacia, all? hablaremos con m?s tranquilidad.
Sin esperar respuesta sac? la mano de su bolsillo y camin? escaleras abajo, seguro de que los dos hombres lo seguir?an.
Una vez en la rebotica se dirigi? hacia uno de los armarios, y con cierto nerviosismo rebusc? entre peque?as cajas de cart?n y botellas de cristal, hasta sacar una botella de bourbon y algunos vasos, que deposit? en la mesa.
Con un pulso tembloroso, se sirvi? un primer vaso, que apur? de inmediato, para volver a llenarlo r?pidamente. Luego mir? al irland?s con los ojos enrojecidos, ya fuera por la tristeza o por la poca tolerancia al alcohol.
- Aius, te iba a decir que te quedaras arriba, pero conociendo tu enorme curiosidad s? que no te hubieras mantenido al margen aunque te lo hubiera pedido, de forma que qu?date aqu? y atiende a todo lo que voy a decir.
Su vista pas? a la figura de Tyler Wood, que esperaba de pie frente a ?l, y a sus ojos parec?a que hubiera envejecido casi una d?cada.
- Sientense, por favor, y s?rvanse un trago si quieren - dijo empujando botella y vasos con desgana hacia el centro de la mesa- puede que lo necesiten antes o despu?s.
D?game, se?or Wood ?est? usted seguro de que quiere indagar acerca del tema? Si ha hecho alg?n tipo de averiguaciones acerca de su "hobby", como lo ha llamado, es m?s que probable que haya empezado a darse cuenta de que la mayor?a de la gente lo toma por un loco o algo peor. No se enga?e, eso no cambiar? una vez consiga una buena instant?nea. Las cr?nicas que escriba acerca de sus correr?as por catacumbas mohosas no har?n m?s que granjearle la burla y el rechazo de sus compa?eros y amigos, no acercarle al Pullitzer. ?Est? usted seguro de que es eso lo que quiere?
La mirada del viejo estaba fija en los ojos del periodista con una intensidad tal que casi hac?a da?o, y sus nudillos estaban blancos por la tensi?n con la que aferraba el vaso.
Esperaba una respuesta que ya conoc?a, pero no quer?a cerrar la puerta a la esperanza tan pronto, aun hab?a una posibilidad de que aquel hombre saliera por la puerta sin destrozar su vida para siempre.