7
« en: Mayo 15, 2008, 05:30:58 pm »
Dia 3. Mansion Kaldur. Sala de Reuniones. Mediodía. Tocaba investigar.
El viaje no había sido desagradable. Sin accidentes y tranquilo, una combinación poco frecuente, por desgracia.
Una vez llegaron a casa de Kaldur, el explorador la inspeccionó por fuera. Alguien debía de haber entrado en la casa para dejar esa rosa, ¿no? Tal vez averiguase algo.
Una vez en la sala de reuniones, Kaldur mencionó que había que compartir habitación. No tenía por què ser un problema en principio, pero Eleazar dudaba que cada integrante del grupo confiase plenamente en sus recién conocidos compañeros.
Tharasmund puso rumbo a la planta de arriba. Eleazar estuvo a punto de sugerir que alguien acompañase al semiogro, pero Erial se adelantó. Echó una ojeada a su alrededor.
- Iré a echar un vistazo por los alrededores de la casa. Alguien tuvo que entrar para dejar la rosa, si asumimos que todos los de dentro son inocentes.
Dicho esto, Eleazar procuró no insinuar que alguien de dentro podría haberlo hecho, aunque nunca se sabía. Parecía impaciente, pero tranquilo a la vez. Cuando estaba en la puerta de la sala de reuniones se giró hacia el bardo.
- Kaldur... Vos dijisteis que vuestra hija de ocho años tocó la rosa y falleció, ¿cierto? ¿Notasteis algo extraño en el cadáver de la niña? ¿Una marca, símbolo, cualquier cosa?
Cuando Kaldur hubiese respondido, Eleazar procedería a examinar los alrededores de la mansión.