Despacho de la Agencia de Detectives Silencio, en un destartalado edificio de oficinas sin ascensor.
Adrian Artois, Detective Paranormal, y puede que algo mas.Cambiaras al canal local que cambiaras, las ruinas humeantes de la torre Brahms llenaban las noticias junto con las imágenes de los muertos y los mutilados, los agonizantes atrapados por los escombros, y las victimas inocentes llenando y mostrando su histeria o su incredulidad ante las cámaras.
Adrian contempló el espectáculo con desprecio, sintiendo asco por lo que los medios hacían con la tragedia humana.
O quizás su desprecio era la forma en la que evitaba pensar en lo que realmente había sucedido. La enormidad del suceso superaba todo cuanto pudieran inventar en los telediarios. Un vacío de poder tan grande como el vacío que ahora sentía en su estomago había dejado a la ciudad sumida en el desconcierto. Las consecuencias serían impredecibles.
Con el ceño fruncido cambió una vez mas de canal, intentando no pensar en lo realmente mal que podrían ponerse las cosas las próximas noches. ¿Quien tomaría el cetro del príncipe muerto? ¿Y quien le había dado muerte? Artois no era capaz de imaginar algo capaz de acabar con Brahms. La mera idea de que algo parecido hubiera sucedido...
Era necesario hacer algo. Tenía que moverse. Algo en su interior le pedía a voces que se moviera. Pero... ¿que coño podía hacer el? Esto le venía grande. Una de las leyes de oro que le habían permitido seguir vivo y en activo era la de no meterse en los asuntos de los peces gordos. Pero también era cierto que todo eso había sido bajo el reinado del fenecido príncipe. ¿Sería el siguiente tan generoso? Dudosamente. tener tres días para darle vueltas al tema solo habían servido para ponerle aún mas nervioso.
Solo podía hacer una cosa. Meter las narices en el asunto. Intentar averiguar lo sucedido. Por su bien y por el de todos los habitantes de Orsatelli.
Podía empezar por echar una mirada a la zona de la catástrofe. A veces era capaz de "ver" y "oir" cosas que los polis pasaban por alto. O puede que alguno de los muertos aún tuviera algo que contar, antes de decir el ultimo adiós. En cualquier caso, todo el mundo estaba tan asustado que no había recibido a un cliente durante los tres últimos días asi que...
Que diablos.
Se puso en pie y apagó la tele. recogió su gabardina, palpando los bolsillos interiores 8todo un rosario de objetos que había reunido a lo largo de años de trabajo) y se puso en marcha. Dudo un momento, mirando el archivador metálico donde Betty dormía el sueño de los justos. Pero finalmente, pasó de largo.A fin de cuentas, solo se trataba de un simple reconocimiento... Si las cosas se ponían feas, siempre podía volver a por la artillería pesada. Si los polis le pillaban saltándose la cinta llevando semejante trasto encima... bueno, las explicaciones serían aún mas difíciles.
Finalmente se enfundó en la gabardina y salió por la puerta, con la cabeza ya en otra parte.
Cuando sus pasos se alejaron por la escalera, el mando del televisor se estremeció levemente, con un crujido. El botón de on se presionó y el telediario volvió a la pantalla del viejo televisor.